Hristo Stoichkov. (Foto: AFP)
Hristo Stoichkov. (Foto: AFP)
Jorge Barraza

“Nunca tuve miedo en un campo de fútbol, pero había un tío ahí en España que, bueno… un tal Larrañaga, zaguero vasco de la Real Sociedad. Era durísimo. Yo estaba recién llegado al Barcelona y vamos a jugar a San Sebastián. Apenas empieza el partido, este Larrañaga se me acerca, traza una raya en el pasto y me dice, señalando su arco: ‘Chaval, de aquí para allá es mi territorio; no puedes pasar. Hacia el otro lado haz lo que quieras’. Lo miré y no le dije nada. Durante el juego me lanzaron dos balones largos, piqué rápido y marqué dos goles, ganamos 2-0. Cuando él andaba por izquierda yo me iba por derecha, y viceversa, nunca me le puse cerca, y menos andar con pelota dominada. Al final nos íbamos para los vestuarios y siento que le dice a un compañero: ‘Es el único chaval que no me entendió lo que le dije’. Yo estaba cerca y le respondí: ‘Te entendí todo, cabrón, ja, ja, ja…’”.

Hristo Stoichkov es un manantial de anécdotas contadas con gracia y picardía, en ese tono balcánico tipo Draskovic o Milutinovic; suprime artículos, economiza palabras y las compensa con gestualidad. Tiene toda la calle adentro, aprendida en las ásperas esquinas búlgaras, mezclado entre gitanos y turcos. Calle y mundo. Compartir tres días intensos con ‘Jristo’ es un regalo de la profesión. Adora a Johan Cruyff.

Barcelona - Hristo Stoichkov - 1994.
Barcelona - Hristo Stoichkov - 1994.

“Johan sabía todo. Yo nunca había jugado por derecha. Me dijo: ‘Tú vas a jugar por la derecha’. ¿Pero cómo? ‘Nada, jugarás allí y harás muchos goles’. Así fue”.

Quiere entrañablemente a Cataluña y al club azulgrana, donde pasó los mejores seis años de su vida. Allí ganó 15 títulos e integró el ‘dream team’ junto a Michael Laudrup, Guardiola, Romario, Zubizarreta, Ronald Koeman…

A veces se fastidia de tanto autógrafo, de tanta foto que le piden. Le decimos: “Eso te pasa por ser Balón de Oro”. Hristo puso a Bulgaria en el mapa del fútbol internacional. Salió del CSKA de Sofía, llegó al Barza y ganó cuatro ligas seguidas, la Copa de Europa, la Recopa, fue goleador del Mundial 94, pero su tarjeta de presentación pareciera ser el Balón de Oro ganado en ese 1994. Lo será para toda la vida.

Salvo honrosas excepciones como Puskas, Kubala, Kocsis, Czibor, que lograron huir del régimen húngaro, el comunismo fue una cárcel para tantos cracks del este europeo que hubiesen podido brillar mundialmente y quedaron a la sombra de la Cortina de Hierro. Lato, por ejemplo, no se pudo mover de Polonia hasta los 30 años. Si desertaban tras un viaje, los amenazaban con matar a su familia.

“Cuando viajábamos con la selección búlgara, en el avión iban más guardias del Ejército que jugadores. Eso me ponía mal. Yo les preguntaba: ‘¿Para qué vienen tantos?’. ‘Por si roban o se escapan’, me decían. ‘¿Y qué voy a robar yo? ¿Cómo me voy a escapar, si tengo a mi madre y a mi padre en Bulgaria?’”.

Hristo tuvo suerte: a sus 23 años cayó el Muro de Berlín y salió el sol. Apareció el Barza en su vida. Otra mano del destino es haber jugado con la mejor generación búlgara: la de Balakov, Kostadinov, Penev, Ivanov… Bulgaria había participado en cinco Mundiales con un récord fatídico: jamás había logrado una victoria. Con Stoichkov y compañía llegaron a semifinales en Estados Unidos 94; habían vencido, entre otros, a Argentina y Alemania. Antes había logrado otra increíble: eliminar a Francia en París en el último minuto del último encuentro. A falta de dos jornadas, Francia era cómodo líder y necesitaba un empate para llegar al Mundial estadounidense. Le quedaban dos ‘partiditos’ en casa: ante Israel y Bulgaria. Derrotaba a Israel 2-1 hasta el minuto 83, pero cayó 3 a 2 en el minuto 90. Sin embargo, tenía una bala más: empatar con Bulgaria. Lo estaba logrando hasta que, otra vez a los 90, Kostadinov rompió el arco del Parque de los Príncipes, el Arco del Triunfo y dejó tambaleando la Torre Eiffel: 2-1 y Bulgaria al Mundial.

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