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Pobreza cuesta arriba: el 13% de limeños no cubre sus necesidades básicas
Oscar Paz Campuzano

Vive en pobreza monetaria –según la metodología del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI)– aquella familia limeña que gasta al mes menos de S/428 por persona en cubrir su canasta de alimentos, vivienda, educación, salud, transporte y otros bienes y servicios básicos para vivir con bienestar.

Teniendo en cuenta eso, en Lima y Callao hay más de 1 millón 394 mil pobres (el 13,3% de la población), según un reciente informe sobre la evolución de la pobreza monetaria en el Perú, elaborado por el INEI.

La familia de Norma León Revilla se encuentra –en teoría y también en la práctica– dentro de ese sector empobrecido de la ciudad. Ella, su hermana, su hija Darly Hurtado León y sus dos nietos viven en una casa prefabricada en el barrio Los Portales del Sol, en un cerro de Carabayllo.

El único sostén de la casa es Darly, una joven de 25 años que hace seis maneja un mototaxi alquilado, por el que paga 30 soles al día, más el combustible y las reparaciones. Al final de cada jornada, para este hogar de cinco integrantes apenas hay 15 soles.

Esta familia al mes tiene un ingreso promedio de S/450. Al dividir esta cantidad entre las cinco personas arroja un gasto per cápita de S/90. Según los rangos establecidos por el INEI, este hogar es pobre extremo, porque cada persona gasta menos de S/221 en sus necesidades alimenticias y no alimenticias básicas.

—Menos papa al caldo—
Según el citado informe del INEI, son los grupos poblacionales más pobres en los que más se ha sentido la disminución de los ingresos y el gasto per cápita.

En el decil 1 (el 10% de los limeños con más carencias) había un gasto per cápita de S/353 en el 2016. Ese dinero en gastos elementales para vivir cayó al 2017 en S/29. Esos soles menos impactan directamente en lo que estas familias sirven a la mesa.

Con S/15 diarios, los cinco miembros de la familia de Norma León comen arroz, legumbres y menudencia de pollo. El pescado o la carne son un lujo que no se pueden dar.

En el cerro San Francisco, en Ancón, vive Ricardina Chacón, de 65 años. Su esposo murió hace 40 años por el derrumbe de un socavón en Casapalca (Junín). La compañía minera para la que trabajaba le otorgó a ella una pensión de S/165. Es el único dinero que la sostiene todos los meses.

Ricardina vive sola en una pequeña y precaria casa en donde la cocina y el dormitorio son un mismo espacio. Como la del 12% de la población pobre, su vivienda es prefabricada con madera. “Yo nací pobre en Huánuco y sigo siendo pobre aquí”, dice Ricardina.

Norma Panduro (37) también vive en un cerro de Carabayllo, con sus tres hijos, uno de ellos con epilepsia y retraso mental. El único que trabaja es su esposo, quien como cobrador de microbús en la ruta Huaycán-La Victoria gana S/30 al día. Es una familia que está por debajo de la línea de pobreza para la capital. Su casa también es de madera, prefabricada, sin divisiones, con techo de calamina. No tiene acceso a agua domiciliaria y su baño es un silo. No hay pistas ni veredas. Sus vecinos también son pobres.

—Intervención—
Lima Metropolitana y el Callao es donde la pobreza más se elevó en el Perú. Son unos 180 mil pobres más (2,3%), en comparación con la cifra del 2016.

El economista Hugo Ñopo, investigador principal de Grade, explica que el incremento de la pobreza en la capital se debe a que las zonas urbanas son “las primeras que se ven afectadas cuando hay menos empleo debido a menores tasas de crecimiento”.

Ñopo añade que el combate de la pobreza urbana se complica porque esta condición cambia con frecuencia. “Estos hogares van a tener empleo un mes sí y un mes no. Sus integrantes dependen de la campaña navideña, de la campaña escolar, etc. Eso hace difícil la intervención del Estado”, explica.

Tres de los siete programas sociales, a cargo del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social, atienden a poblaciones necesitadas de Lima Metropolitana y Callao.

Cuna Más cuidó en marzo del 2018 a 77 mil niños, cuyos padres no tenían con quién dejar a sus pequeños mientras iban a trabajar. Ese mismo mes, Pensión 65 entregó S/250 a 21.594 ancianos que viven en pobreza extrema. El otro programa que brindó ayuda a los limeños es Qali Warma. En marzo del 2018 atendió a 489 mil niños y a 1.870 colegios.

Para combatir la pobreza de la capital –opina Ñopo– debe haber una intervención más integral, que incluya acciones que dinamicen el empleo.

Federico Arnillas, presidente de la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza, dijo que los programas sociales del Estado que se aplican en Lima Metropolitana “no tienen impacto significativo en el ingreso de la población”.

Opinó que, sumando los empleos que genera la inversión privada y pública, el Estado podría inyectar dinero en las familias pobres de la capital con programas de trabajo temporal y programas de transferencia monetaria a poblaciones vulnerables.

“Un programa de transferencia monetaria que tenga impacto en la inyección de recursos en los pobres tendría que comenzar con atender a los portadores de tuberculosis. Lima tiene la mayor concentración de esta enfermedad, que es la expresión del hacinamiento y la malnutrición”, opinó Arnillas.

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