Tráiler de "Gloria Bell", de Sebastián Lelio con Julianne Moore. (Fuente: Difusión)
Sebastián Pimentel

Es cierto que no es una buena época para los dramas adultos, sutiles y sobrios. Esta es la era de la borrachera digital, con todo lo que signifique un abuso de efectos especiales e infantilismo ramplón a raudales. No obstante, hay otro cine que aún pugna por encontrarse con la mirada sencilla, profunda y permanente del espectador. Y, a veces, es uno que decide acercarse a mujeres anónimas, madres sacrificadas o abuelas solitarias.

Como muestra de lo que digo, citaré algunos títulos que pasaron por la cartelera local, como "Grandma" (2015), de Paul Weitz, y "Tully" (2018), de Jason Reitman. O la cinta que esta vez nos ocupa, "Gloria Bell" (2018), del chileno . Aunque hay que advertir que esta última es un 'remake' ya propiamente norteamericano de "Gloria"(2013), que Lelio filmó primero en su país, cuando todavía no había migrado a Hollywood.

Más allá de ser en sí mismas el estudio de un personaje –en "Grandma", la abuela lesbiana que debe ayudar a su nieta en problemas; en "Tully", la agobiada madre de dos pequeños que tiene que lidiar con un nuevo embarazo, y en "Gloria Bell", la divorciada ya entrada en años que se resiste a no encontrar un nuevo amor–, es el mismo tono entre cómico y dramático, entre humorístico y trágico el que las define.

Remarco esta característica en tanto Lelio viene de hacer "Desobediencia". Quizá su mejor filme, pero también uno que proponía un triángulo amoroso casi shakespeariano, y una tragedia de inicio marcada por la muerte del padre de la protagonista. Era un drama oscuro, tenebrista y de contenidos metafísicos muy logrados relacionados a la religión judía. En cambio, la Gloria de Julianne Moore, en lugar de ser una rebelde nihilista que se enfrenta al judaísmo ortodoxo, es una mujer mayor que se resiste a dejar de amar la vida.

Es decir, el conflicto de "Gloria Bell" está escondido detrás de los hechos nimios, de acciones aparentemente irrelevantes, reducidas a conversaciones, miradas y gestos cotidianos. El conflicto de esta mujer común y corriente tiene que ver con el paso del tiempo. ¿Es la de Gloria Bell una vida de la que ya no hay que esperar nada importante? A fin de cuentas, los hijos ya están grandes y son independientes. Ya no la necesitan.

Lo interesante del arte de Lelio está en que es un cineasta que ha comprendido que los poderes del cine pueden ser más sugestivos cuando se cuelan entre una charla banal, una sonrisa quebrada, un silencio incómodo, una risa loca. Y Julianne Moore, una de las mejores actrices norteamericanas en actividad, aprovecha a plenitud la caracterización de esta mujer encantadora pero secretamente triste, que pide una nueva oportunidad.

La Gloria de Moore es diferente a la de Paulina García, formidable actriz chilena que personificó por primera vez a esta heroína moderna en el contexto de la clase media del país del sur. El reto de Moore tenía que ver, más bien, con lograr que la gran estrella de Hollywood de alguna manera desaparezca. Y lo logra. La fotografía y el maquillaje presentan a una mujer casi eclipsada por la luminosidad de los días californianos, una mujer que lucha por seguir existiendo, por seguir amando.

Pero esta lucha por el amor no es épica. Lelio está más cerca de las crónicas evanescentes de Eric Rohmer. La banda sonora, repleta de hits de los años setenta e inicios de los ochenta –coronada por la "Gloria" de Laura Branigan–, pone el tiempo de esta mujer en el pasado, pese a que su gesta se libra en el presente. Allí es clave el personaje que interpreta el siempre efectivo John Turturro. Además de ser una película inspirada, "Gloria Bell" es otra clase magistral de actuación de Julianne Moore. Solo por eso hay que ir a verla.

LA FICHA
Título original: "Gloria Bell".
Género: drama.
País: Estados Unidos/Chile, 2019.
Director: Sebastián Lelio.
Elenco: Julianne Moore, John Turturro, Holland Taylor, Sean Astin.

Calificación: 3 estrellas y media.

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