Bajo su mirada, todo es color. Mucho verde, pero también ocre, rojo, azul y más. Lo notamos en aquel óleo donde para los pachacaminos sería fácil reconocer el Pan de Azúcar, las lomas, el valle visto desde la ladera que ocupa el sitio arqueológico Cardal. Salvador Velarde (Lima, 1951) poetiza ese paisaje por donde ha caminado muchísimo en las últimas tres décadas. Pachacamac es desde 1990 su hogar, y por ello los rincones naturales de ese espacio vulnerable se revelan en algunas de las pinturas que conforman la muestra “Reflexiones”, y que el artista acaba de inaugurar en la galería Fórum de Miraflores.
Velarde es de ausencias prolongadas. Desde 2018 no exponía en Lima, y antes de ello el artista también estuvo ocho años alejado de las salas limeñas. Su última muestra (en la galería John Harriman del Británico) fue una retrospectiva que recorrió gran parte de su obra, entre dibujos y pinturas, donde lo abstracto y lo figurativo (e incluso el manejo de la luz) revelaban etapas en su estilo. Hoy, en “Reflexiones”, Salvador Velarde nos cobija entre naturaleza, a veces apacible y por ratos algo caótica. Al óleo, el artista pinta el mar visto desde El Huarco, sitio arqueológico al otro lado del cerro Centinela, en la caleta de Cerro Azul; ríos que descienden desde cordilleras lejanas y avanzan entre valles o profundas quebradas; orquídeas de Oxapampa y floripondios en medio de una maraña de ramas y hojas coloridas, que también conectan con la admiración que el artista siente por las visiones amazónicas de Pablo Amaringo.
Pero en la obra de Velarde -que suma dibujos de trazo sumamente detallista- también está su musa, esa presencia femenina, íntima, ensoñadora, sensual y sugerente que emerge de la naturaleza. Un personaje que surgió tras la lectura de la obra de Roberto Calasso -confiesa el pintor-, de libros como “Ka” y el descubrimiento de la mitología hindú desde lo enrevesado y complejo. Esa mirada onírica de Velarde tiene mucho de real, como si viviese un sueño maravilloso.
Dominar el caos
Anota el pintor, que una vez escapó del caos de la ciudad para plantar su vida en la tranquilidad de un fértil valle limeño, hoy invadido por marcas de lotización y muros de cemento, que aquel revuelo urbano amenaza con invadir su pintura, que hoy es libre y se afianza en lo contemplativo. “Pongo colores al azar sobre la tela, casi a ciegas. Me detengo, y lo que ha aparecido, en algún momento coincide con una de las imágenes que en mi mente estaban olvidadas, y surge con ganas de hacerse presente, de vivir, algo quiere decirnos…. entonces, ese primer garabato que apareció sobre la tela le abre paso a esta nueva imagen que se quiere imponer y así la pintura toma otras características y en ese transformarse van apareciendo otros seres, otros mundos, que también quieren ser parte de la vida visible. Se van entrometiendo, empujando, desordenando y creando situaciones complejas y confusas”.
Es allí cuando Velarde decide controlar el caos. “Tengo entonces que actuar de censor, y permitir y prohibir al mismo tiempo, tratando de ser lo más justo posible para que todos estos seres y lugares que han ido apareciendo tomen una ubicación en la que puedan hacerse presentes sin interrumpirse unos a otros”.
Recuerda Salvador Velarde que uno de los ejercicios que más le gustó hacer en la escuela (su formación inició en el taller de Cristina Gálvez y siguió en la Escuela de Arte de la Universidad Católica y la Escuela Politécnica de Milán) fue encontrar el color en lo blanco. “No hay blancos iguales -anota el artista-. Encontrar el color donde aparentemente no hay es un reto”. Un objetivo que sin duda él ha alcanzado.
Lugar: galería Fórum. Dirección: Av. Larco 1150, sótano, Miraflores. Horario: lunes a domingo de 11 a.m. a 6 p.m.