La voz de alerta la dio un trabajador de uno de los museos de Lambayeque. En el distrito de Pomalca, en el cerro Ventarrón, ubicado en medio del valle, se encontraba una huaca que los residentes locales habían convertido en una cantera para la fabricación de adobes. Era fines de la década de 1990, y lo más llamativo de este sitio era que bajo las zanjas de tierra se distinguían murales que hacían sospechar a los arqueólogos de evidencias importantes. El lugar siguió siendo depredado hasta que, en 2007, tras la creación de la Unidad Ejecutora 005, un órgano del entonces Ministerio de Educación, recién se pudo realizar el levantamiento arqueológico.
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“Lo primero que hicimos fue retirar toda la basura en 40 camiones de cuatro toneladas cada uno”, cuenta Ignacio Alva, el arqueólogo que lideró dichas excavaciones. Al limpiar los escombros, se dieron cuenta que había una secuencia de arquitectura superpuesta, que no se parecía en nada a lo hallado hasta entonces en esta zona.
“Las paredes no eran de adobe, sino eran bloques de arcilla seca que probablemente habían sido sacados de sedimentos ribereños, pues el río (Reque) se encuentra a un kilómetro de distancia. Había dinteles de 80 centímetros de largo y no había vigas. Todo esto era desconcertante”, cuenta Alva. Pero lo más asombroso fue constatar la existencia de relieves y muros pintados.
Un venado en la red
Al desenterrar las edificaciones se encontraron paredes pintadas de rojo y blanco. Y lo más llamativo fue el hallazgo de un mural con la figura de un venado atrapado en una red que simbolizaba un primitivo ritual de caza. “Cuando descubrimos el mural, supimos que no estábamos ante los restos de la cultura Cupisnique sino ante algo mucho más antiguo”, añade Alva. Y cuando se hicieron los fechados, la conclusión fue sorprendente: más de 4.000 años de antigüedad. Esto convertía a Ventarrón en otro foco de civilización en América.
Entre 2007 y 2011, con fondos de inversión pública y aportes de la cooperación francesa, se logró construir un circuito turístico, se colocaron techos permanentes para proteger el monumento, así como se mejoró la calidad de vida de la comunidad adyacente con obras de alcantarillado y las construcciones de un local comunal y una plaza central. Las excavaciones terminaron en 2011 y a partir de ahí se realizaron labores esporádicas de conservación. En 2013, Ignacio Alva fue removido como arqueólogo del sitio, pues se adujo un conflicto de nepotismo (su padre es el gran arqueólogo Walter Alva, artífice del Museo Tumbas Reales de Sipán), y desde entonces Ventarrón se fue abandonando paulatinamente.
Todo se agravó en noviembre de 2017 cuando un incendio —originado por la quema de caña— arrasó sus instalaciones. Los techos y almacenes se destruyeron, se perdieron piezas arqueológicas y se puso en evidencia la precariedad del lugar. Desde hace nueve años no hay un equipo técnico —arqueólogo, restaurador y obreros— a cargo del sitio, y las autoridades de la Unidad Ejecutora de Lambayeque, ahora perteneciente al Ministerio Cultura, a pesar de que desde 2014 cobran una entrada por visitar Ventarrón, apenas mantienen a un guardián que poco puede hacer para evitar el desastre.
Un foco cultural
A través del teléfono Walter Alva también muestra su pesar por la situación alarmante en la que se encuentra Ventarrón y otros lugares prehispánicos en el norte del país. “La destrucción de monumentos es una cosa imparable”, dice.
“Lo triste —comenta— es que este es un sitio único, pues presenta la pintura mural más antigua de América, hecha en un tiempo cuando todavía no existía el concepto de dios o de divinidad. Se cree que solo había un culto al fuego. Aquí también se han hallado muestras de los primeros cultivos de algodón y, otra cosa interesantísima, se han encontrado abundantes esqueletos de un felino pequeño llamado jaguarundi, que al parecer trató de ser domesticado como un gato por los habitantes de esta civilización. Se han descubierto, además, entierros de papagayos que indican un antiguo comercio con la zona de la selva. Ventarrón es el origen de la cultura en esta parte del Perú”.
¿Qué hacer?
Lo urgente es recuperar Ventarrón. Para Ignacio Alva es necesario crear una unidad ejecutora exclusiva para este sitio como ocurre en Chan Chan (Unidad Ejecutora 006) o Marcahuamachuco (Unidad Ejecutora 007). “En Lambayeque existe solo una unidad ejecutora y pretenden que gestione cuatro valles enteros con más de 3.000 sitios arqueológicos”, afirma. “Lo importante acá —añade— es que estamos abogando por la continuidad de la investigación de periodos culturales que estaban totalmente ignorados”.
Sobre este tema buscamos la respuesta de la arqueóloga Janie Gómez Guerrero, actual viceministra de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales del Ministerio de Cultura. “Actualmente, muchas regiones están pidiendo unidades ejecutoras —dice— y el problema es que estas salen del mismo presupuesto del sector, que es muy reducido. No digo que no debería darse, pero al margen de que haya o no una unidad ejecutora para cada sitio, para mí lo que daría resultados a corto plazo es establecer alianzas con los gobiernos regionales y locales para que estos puedan asumir también su responsabilidad para gestionar los monumentos. Tenemos más de 25 mil monumentos arqueológicos en todo el país, y muchos tienen características excepcionales como Ventarrón, por eso en esta nueva gestión estamos trabajando para elaborar herramientas que nos permitan optimizar los recursos del Estado”.
Gómez, quien recién tiene cinco semanas en el cargo, asegura que están trabajando en la elaboración de una lista de sitios emblemáticos en cada región del país para darles atención. “Si activáramos nuestros sitios emblemáticos —afirma— tendríamos para vivir de nuestro patrimonio y para eso tenemos que asegurar su adecuado uso”. Según la funcionaria, Ventarrón estará en esa lista: “Es un sitio emblemático muy importante, nosotros establecemos la singularidad de estos lugares no solo por su arquitectura, sino también por toda la historia que guardan”.
Mientras tanto, las imágenes enviadas por Walter Alva, que ilustran esta página, son desoladoras. El significativo mural del venado se encuentra deteriorado, y si en 2007 estaba conservado en un 70 %, ahora solo lo está en 40 %. Otra vez la basura, la maleza y el desmonte se apoderan de Ventarrón y amenazan con borrar para siempre más de 4.000 años de historia.
Ubicación: distrito de Pomalca, a 7,9 km de Chiclayo.
Extensión: todo el conjunto arquitectónico, apenas explorado, cubriría un área cercana a las 20 hectáreas.
Antigüedad: 2900 a 1900 a. C., durante el periodo denominado Formativo Inicial.
Importancia: El origen de la civilización tuvo diferentes escenarios en la costa del antiguo Perú, existiendo focos simultáneos a Caral, como Ventarrón, donde surgió la complejidad social, impulsada por el desarrollo de la industria algodonera que permitió un óptimo aprovechamiento de los recursos marinos con el uso de redes, sustentando de esta manera la construcción de arquitectura pública monumental.
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