Alan García confirmó su precandidatura presidencial por el Apra
Alan García confirmó su precandidatura presidencial por el Apra
Daniel Parodi Revoredo

El Apra es un partido de voces, de pocas, muy pocas voces que rigieron sus destinos, tanto como de masas eufóricas clamando la revolución, la reforma, o lanzando vítores a sus líderes. Si la política peruana del siglo XX hubiese sido normal, el movimiento que fundara Haya de la Torre en 1924 hubiese gobernado varias veces, y varios hubiesen sido sus presidentes: Víctor Raúl, Seoane, Sánchez, Prialé. Pero décadas de persecuciones hicieron que todas esas voces se fusionasen en una sola. Cuando Haya hablaba, lo demás era silencio, él era la palabra, la guía, la agenda, la consigna obedecida con disciplina y devoción.

Si desde 1982, en una soleada tarde en la que se paró de su escaño para emplazar al premier Manuel Ulloa, Alan García asumió el indiscutible liderazgo del Apra –hasta ayer que se apagó su vida– es porque se constituyó en la nueva voz, la que, a diferencia de la de Haya, logró quebrar el antiaprismo tradicional y llevar la estrella a Palacio en 1985. Desde entonces, García instauró la Presidencia del Partido, una institución vertical que le confería poder de decisión. Y fue así como la voz se confundió con la institución y el exhorto con la orden inapelable.

Desde que García se apoderase del aparato partidario, este se acomodó a su agenda personal, la formación de cuadros paulatinamente se dejó de lado, y con ella los valores ciudadanos y la tan mentada disciplina que lo caracterizase. Se trataba, más bien, de obtener operadores que gestionasen la maquinaria, básicamente en períodos electorales. Partido para qué, era mejor no negociar y que no existiese contrapeso institucional. De allí que las cifras sean incapaces de mentir. Haya de la Torre le legó al país un partido democrático con más de un millón de afiliados; hoy por hoy, no se sabe cuántos son, pero sí se sabe que son muchísimo menos.

Sin embargo, eso no le quita a Alan García haber sido la nueva y única voz, tanto y más poderosa, cuando no la contrapesaba más una institución sólida y organizada. La impresión que queda es que el Apra, mucho más en la última década, se ha ido descascarando. Pero súbitamente el silencio se ha impuesto de nuevo, muy diferente, al mismo tiempo que similar, al 2 de agosto de 1979, cuando Haya partió legándole al Perú una constitución democrática. Alan se ha ido, al país le duele aunque lo niegue, del juicio de sus actos nos ocuparemos mañana. ¿Qué pasará con el Apra?

Hoy el ‘partido del pueblo’ está copado por una cúpula alanista que es poco más que ella misma; el PAP mantiene 1/3 de las bases territoriales que poseía en 1979, pero cada una de ellas la componen apenas un puñado de militantes, aún acostumbrados a seguir una voz. El PAP, además, se confundió ideológicamente hace mucho tiempo. Muy pocos pueden definir cabalmente qué es el aprismo, corpus doctrinal pensado por Haya para ser constantemente adaptado a cambios globales inexorables, porque este se adelantó a Karl Popper, aunque es poco probable que alguna vez se lo reconozcan.

La disyuntiva del Apra sin Alan es que los pocos militantes con auténtica formación aprista que le quedan puedan refundarlo. Porque hace una década casi nadie se ha acercado al PAP, buscando fervorosamente militarlo. Hoy en la sede de Alfonso Ugarte puedes toparte con pastores aprocristianos pregonando la palabra de Dios, en lugar de las enseñanzas de Haya de la Torre, por lo que me he preguntado varias veces cuánto de aprista le queda al Apra.

El único futuro posible del movimiento que hace 100 años encarnó los ideales de una pléyade generacional absolutamente brillante, es que los militantes cabales que aún le quedan tomen las riendas del partido, lo declaren en emergencia e inicien un profundo proceso de limpieza y reorganización. Supe, hace un tiempo, que siendo aún el Apra miembro de la Internacional Socialdemócrata, el PSOE español le ofreció ocuparse de su reingeniería. Yo comenzaría por allí, y lo haría pensando en los miles de seguidores que en el pasado ofrendaron la vida por la consigna de la libertad.

*El autor fue militante del PAP desde el 2011 hasta el 2018