Hace medio siglo iniciaba mi vida profesional en el Banco Central de Reserva (BCR). La entidad pasaba un mal rato por las críticas a sus políticas conservadoras y se acababa de elegir a un joven Fernando Belaunde Terry, del que se esperaba un giro radical hacia la izquierda. De hecho, su aliado radical, la Democracia Cristiana, consiguió de inmediato el nombramiento de varios jóvenes en cargos técnicos en el BCR. Mientras que otros, con ideas propias de lo que debía ser la política monetaria, se adueñaron del Instituto Nacional de Planificación. Ante tamaño embate, el BCR tenía un talón de Aquiles: la acusación de errores en sus cálculos estadísticos de la economía nacional. Para el banco, entonces, se volvió urgente eliminar esa debilidad que minaba su autoridad técnica, y se decidió realizar una revisión total de su estadística con asesoramiento experto del Fondo Monetario Internacional (FMI). ¿A quién encargarle dicha tarea? Yo era el recién llegado, y no me quedó de otra.
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