
En marzo tuve la oportunidad de visitar Bogotá y Medellín y me fui inspirada por sus avances y por lo que sería posible implementar en Lima. A pesar del pesimismo que se siente en el ambiente, estas ciudades demuestran que es posible reformar la movilidad en ciudades latinoamericanas. Además, las ciudades colombianas ponen el énfasis en el espacio público y la equidad.
El primer sistema de buses con carriles exclusivos y estaciones, conocido como BRT, fue implementado en Curitiba, Brasil. Sin embargo, Transmilenio en Bogotá tuvo una escala mayor e impulsó el desarrollo de estos proyectos en la región, como el Metropolitano. Luego, Bogotá logró formalizar el resto de las unidades de buses. Famosas son las ciclorrutas, el pico y placa, el cierre de avenidas los domingos para el ciclismo y la recreación, y el TransMiCable. En Medellín destacan una línea de metro (más un ramal), un tranvía, líneas de BRT y seis líneas de Metrocable. Al igual que en Santiago de Chile, la apuesta por la tarifa integrada permite a los ciudadanos conectar entre los distintos modos sin tener que pagar extra dentro de un rango de tiempo.
En el 2004 se inauguró en Medellín el primer cable aéreo del mundo utilizado como transporte público, conectando las áreas periféricas en altura al metro de la ciudad. Si bien La Paz tiene la red más extensa con más de 30 km, los esfuerzos de regeneración urbana en torno a las estaciones son un componente central en Colombia. En Bogotá, el nuevo TransMiCable transforma un trayecto de una hora en solo 13 minutos y las estaciones cuentan con un museo, biblioteca pública, canchas deportivas y vistas panorámicas. En una estación hay un Supercade que es un centro de atención donde se concentran trámites y servicios públicos. Los metrocables van más allá de mejorar la movilidad y tienen un poder simbólico al llevar al Estado a zonas alejadas. Esto es positivo para la democracia y cohesión social.
En las ciudades colombianas el transporte es un asunto central del debate público. Los ciudadanos están bien informados, tienen una opinión y demandan a sus autoridades una buena gestión. Además, el sistema de transporte genera orgullo e identidad. Esto es evidente en Medellín donde hay una educación cívica y un sentido de pertenencia que resalta.
Es importante recordar que hace no mucho estas ciudades tenían un sistema parecido al limeño, y el cambio, al igual que en Santiago, es el resultado de líderes que se comprometieron a reformarlo. Lima requiere una cartera de proyectos que incluya nuevas líneas de BRT, ampliación del metro, reforma al sistema de buses y la integración de otros servicios como los mototaxis. Se deben agilizar los proyectos de metrocables e incluir la mejora del entorno urbano.
¿Porque si se pudo en estas ciudades no se va a poder en Lima? Es cierto que las reformas son difíciles y la informalidad es muy extendida. Hay intereses económicos creados y habrá oposición. También hay una serie de obstáculos como la fragmentación institucional, pero ya existe la ATU. Es verdad también que se requieren recursos, pero no invertir termina siendo más caro, condenándonos a seguir perdiendo millones como lo muestra la reciente noticia publicada en este Diario de que Lima es la ciudad del mundo que más tiempo pierde en el tráfico. Por último, se necesita voluntad política. Lo que muchos no parecen ver es que, a pesar del riesgo, este es un tema con gran potencial para construir capital político. Con las elecciones acercándose, la pregunta clave es: ¿Quién se atreverá a asumir el desafío?