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Políticos por accidente
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No hay motivo razonable para ser optimista con la respuesta política después de la crisis. Las condiciones que la propiciaron solo se han extendido. Tenemos varias regiones descontentas contra el establishment político, no tenemos liderazgos en el Congreso que apunten a una transición ordenada, no hay organizaciones de base con complejidad organizativa, y tenemos un país sitiado por el crimen organizado. Si ponderamos estos factores y les asignamos un valor realista, el resultado más predecible es calamitoso. Aunque se perciba un optimismo económico ligero, a mediano plazo el país está estancado, no por su crecimiento económico, sino por su capacidad de reducción de la pobreza.
Si regresamos a la frase de Gramsci sobre la crisis que se define como “el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer; en ese interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados”, constatamos que toda crisis tiene tres elementos. Algo tiene que morir, algo tiene que nacer, y en el camino nos veremos asaltados por fenómenos morbosos variados.
En el Perú, el establishment político decadente se niega a morir. Se reciclan, burlan la censura ciudadana, aparecen como espectros en programas televisivos que dan pantalla a políticos fallidos y analistas fosilizados. Si, como Alberto Vergara lo dijo, el Perú es un cementerio de proyectos políticos, la televisión peruana se ha convertido en un desfile de zombis políticos resucitados, que condujeron al país a la debacle y ahora intentan vender caro el hielo a los esquimales. Todos los miembros del establishment político saben que colocar un presidente frágil compromete la estabilidad del corto plazo, pero les sale a cuenta en sus cálculos electorales. Algunos congresistas han dicho que no permitirán que le hagan lo que le hicieron a Merino. Quizá están afiebrados y no recuerdan, pero Merino fue un presidente impopular y ruinoso.
Lo que no puede nacer son las nuevas formas de organización de base que puedan asumir los encargos políticos. Estamos plagados de políticos por accidente, gente que jamás soñó con hacer carrera política y de pronto se encuentra con un fajín. Hemos hecho del novato político la profesión más rentable del país; en meses salen de Infocorp, pagan hipotecas, compran inmuebles. Los políticos por accidente impiden el nacimiento de cuadros políticos profesionales. Hay una economía política que estimula la demanda de arribistas insignificantes.
Mientras todo siga en ese estado comatoso, las sucesiones, por más constitucionales que sean, seguirán siendo esos fenómenos morbosos de los que hablaba Gramsci. Mientras lo viejo no muera y lo nuevo siga siendo ruinoso, la crisis política se prolongará hasta escenarios más esperpénticos.

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