
Votar bien, donde todo funciona mal
Resumen generado por Inteligencia ArtificialHace un par de años, mi esposo apareció como el conductor de una combi blanca del 92. Un Toyota Hiace con orden de captura y miles de soles en multas. No era suya. Nunca la había visto. Pero ahí estaba una papeleta de S/600 con su nombre, su DNI y una firma ajena. “Seguro ha sido un error”, pensó. Fue a resolver con la paciencia de alguien que todavía cree en los trámites. Lo escucharon. Le sonrieron. Le dijeron que entendían. Pero salió de ahí con la certeza irrebatible de que su situación no tenía solución por la vía formal, al menos no sin dedicarle al asunto horas, cabeza y recursos. Pagó la multa, no por culpa ni por resignación, sino por falta de tiempo y de ganas de seguir rogándole al absurdo.
Estoy segura de que todos los que hasta acá me han leído tienen sus propias versiones (anecdóticas o trágicas) de esta historia.
Amo y creo en mi país con una vehemencia casi histriónica. Pero mentiría si no dijera que el Perú está diseñado para que nada importe de verdad. Ni los plazos ni las reglas ni las consecuencias… Solo las puertas que se abren si conoces a alguien, y las que se cierran si no. La informalidad es más que un porcentaje o un indicador económico: es cultural, emocional, institucional. Es nuestra manera de vivir con la contradicción constante. Resolver, aunque sea mal. Saltarnos el trámite, porque esperar no sirve. El atajo convertido en identidad.
Si todo funciona así –si lo normal es que nada funcione bien–, ¿cómo vamos a tomarnos en serio un proceso electoral, por más decisivo que sea? Si aprendimos a desconfiar del sistema desde la comisaría hasta el hospital, ¿por qué dedicaríamos nuestro tiempo a leer y entender 40 planes de gobierno (o los que sean)?
Por eso el llamado a “votar con conciencia” no puede sonar a clase de cívica. No tenemos que idealizar ni vilificar ni intelectualizar el proceso electoral que se avecina. Creo que el objetivo es aterrizarlo para todos; hacerlo entendible, digerible, real. Que los peruanos sepamos qué está en juego, sí,y también cómo marcar una cédula nueva, rara y gigante para que aún así refleje lo que queremos decir. Lo esencial y el gran reto para los próximos meses es que comprendamos el proceso como podamos: desde nuestra forma de vivir, con intuición, con ese sentido práctico que –nos guste o no– hemos convertido en sistema.