
El 29 de diciembre pasado, Claudia Sheinbaum, presidenta de México, aseguró que la polémica reforma judicial que permitirá que los jueces sean elegidos mediante el voto popular –y que fue impulsada por su predecesor y mentor político, Andrés Manuel López Obrador (AMLO)– convertía al país norteamericano en “quizás el país más democrático que haya sobre la faz de la tierra”. Por supuesto, nadie que conozca mínimamente la realidad mexicana, un país donde el narcotráfico controla vastas extensiones del territorio y donde políticos y periodistas son asesinados con una pasmosa frialdad, puede tomarse sus palabras en serio.
Pero, aun así, sorprende la desfachatez de Sheinbaum, a quien le encanta mencionar palabras como ‘soberanía’, ‘pueblo’ y ‘libre determinación’ de manera recurrente, pero cuya voz tiembla cuando le mencionan a Nicolás Maduro –quien ha pisoteado la voluntad de los venezolanos– y otros tiranos de izquierda.
Como para remarcar sus pobres convicciones democráticas, esta semana la presidenta de México compartió en sus redes sociales una foto con el abogado argentino Guido Croxatto, al que recibió de manera oficial y de quien dijo que “encabeza en el Perú la causa justa de la defensa de Pedro Castillo”.
Castillo –parece que hay que recordarlo cada cierto tiempo– está preso no por una arbitrariedad, sino porque encabezó un golpe de Estado al ordenar, entre otras cosas, el cierre ilegal del Congreso y la intervención del Ministerio Público que lo venía investigando por corrupción. Para quien tenga dudas al respecto, el video de tal acto está en Internet. Por lo que la disposición de Sheinbaum de reunirse con Croxatto no solo confirma el concepto antojadizo que tiene de democracia, sino que echa por tierra cualquier posibilidad de que su país y el nuestro retomen las relaciones diplomáticas que se suspendieron justamente cuando su antecesor, AMLO, se volcó a defender a capa y espada al golpista y trató de desconocer al gobierno de Dina Boluarte incluso negándole la presidencia pro témpore de la Alianza del Pacífico.
Afortunadamente, las relaciones entre el Perú y México tienen una larga y fructífera historia y, sin duda alguna, sobrevivirán a estos personajes que, enfundados en un falso discurso de democracia y de respeto a los pueblos, tratan de pervertir los hechos para edulcorar la imagen de dictadores y dictadorzuelos. Pero ello no significa que tengamos que quedarnos de brazos cruzados ante sus intentos por maquillar la historia.
La presidencia de México habrá cambiado, pero la ceguera en su gobierno sigue siendo la misma.