Nicolás Maduro, presidente extremadamente perceptivo de la realidad que lo rodea y de las demandas del pueblo, se ha percatado de que en Venezuela existe un fenómeno de fuga de talentos (que algunos imperialistas, con la maldad que los caracteriza, prefieren calificar como “escape masivo”). Lamentablemente, por circunstancias exógenas e independientes de la política nacional, la situación viene siendo, a diferencia de los gloriosos años del demócrata Hugo Chávez, subóptima.
El punto es que, quizá por lo anterior o porque a pesar del sólido manejo macroeconómico chavista la guerra económica iniciada por los capitalistas ya ha causado una inflación anual de más de 63%, Venezuela no es el mejor lugar para vivir. Por ello, Maduro ha decidido hacer de su país un lugar más ameno, y qué mejor forma que ordenando que se aumenten los sueldos. Así –armado de precisos cálculos matemáticos y de la amabilidad que lo caracteriza–, les ha solicitado a todos los empresarios que le paguen al menos 4.889 bolívares a los empleados. Es cierto que algunos –engañados– critican este monto porque creen que significa que el sueldo mínimo es de US$48 mensuales, pero ellos se basan en el falso mercado negro: según el cambio oficial, el único válido, ganan US$776. Ni en Chile la cosa está tan bien.
Estamos sinceramente convencidos de que así Venezuela estará un poco mejor. Situación económica ya enrumbada y todo, solo quedaría el tema de los derechos humanos. Podrían comenzar, por ejemplo, por dejar de tirarle excrementos al opositor Leopoldo López. ¿Ven que simple? Ni siquiera se necesita una pizca de matemáticas...