(Foto: Luis Centurión)
(Foto: Luis Centurión)
Fernando Vivas

Maduro es una porquería de izquierda. Pero el Perú no tiene por que invertir en una política pública para demostrarlo. El permiso temporal de permanencia (PTP) que se da a venezolanos con visa de turista aun si esta se encuentre vencida, y que les permite trabajar; es una excepción que no se concede a otras nacionalidades y ya empieza a provocar dolorosas distorsiones. Primero, alienta en Venezuela la imagen del Perú como un destino hiperaccesible que pronto saturarán dejando colgados a los familiares que les quieran seguir los pasos.

Segundo, la distorsión local es muy seria y debo exponerla con frialdad de sociólogo. De acuerdo con los estándares de nuestra sociedad discriminadora, el venezolano promedio es más blanco y atractivo que el peruano promedio, sobre todo el que busca empleo en los rubros de servicio con atención directa al público. La Universidad del Pacífico ha hecho complejos estudios, con grupos de experimentación, que demostraron científicamente que en un 80% de casos, el mercado prefiere contratar al más atractivo y al más blanco.

Se ha alentado, pues, el ingreso de un contingente que será preferido no solo por aceptar menor paga, sino por su apariencia. Un fenómeno peculiar en la historia de la migración, pues el discriminado suele ser el migrante, no el anfitrión. Se está alimentado el resentimiento de muchos jóvenes.

Solidaridad, sí; pero sin excepciones a favor del flujo migratorio. PPK quiso ganarse la imagen global de gran demócrata (¡la ONG Unión Venezolana en el Perú anunció que lo postularía al Nobel de la Paz!) y el fujimorismo y el Apra están de acuerdo porque así fustigan, atendiendo a sus víctimas, a la izquierda latina que es su enemigo histórico.

Además, se apela al mito de que la Venezuela de antaño se portó igual con nosotros. Eso es inexacto. En los 60 y 70, no vivíamos una crisis como la suya. Los migrantes fueron, sobre todo, mano de obra calificada que buscó ser absorbida por el ‘boom’ petrolero. En el 2000, ya acabado ese ciclo migratorio, había 17.200 peruanos allá (cifra del Reniec, citada en “Remesas y nueva fuga de cerebros”, Teófilo Altamirano, PUCP, 2006); mientras que hoy Migraciones calcula aquí 100 mil venezolanos de toda condición.

No se debe restringir el flujo de venezolanos, como parece sugerir el congresista Justiniano Apaza, pues eso sería inhumano; pero sí dejar de alentarlo, confirmar la suspensión definitiva de nuevos PTP y fortalecer las campañas antidiscriminatorias en el mercado laboral. Y a quienes siguen venezolanizando la agenda al promover un veto a Maduro en la cumbre de abril, hay que decirles: “¡No sean simples!”. Es muy fácil decir “no vengas”. Lo valiente es pedir que venga para decirle cuatro cosas.