Mario Saldaña

A la presidenta Dina Boluarte le gusta la música; por ello, no estaría mal que por estos días escuchase “El Rey” y, parafraseando al gran José Alfredo Jiménez, tomase nota de aquello que dice que, más que llegar primero, “hay que saber llegar”.

Si su objetivo es entregar la posta al gobierno electo en el 2026 con un mínimo de oxígeno político y algún legado básico para el siguiente quinquenio, y no una ruina de país, nada indica que esté tomando las decisiones correctas. Mejor dicho, se evidencia falta de decisiones o desaciertos groseros.

A punto de acabarse el primer mes del año, seguimos con un Gabinete cuyas costuras y bordes están a punto de reventar.

Un titular del Ministerio de Economía y Finanzas desempoderado tras un torpe amago de renuncia. Un ministro de Energía y Minas que en cualquier gobierno de mediocre para abajo ya habría sido despedido hace meses por las barbaridades en Petro-Perú. Una jefa de la cartera de la Producción que se va de boca contra su propio gobierno para zafarse de un problema. Un jefe del sector Interior que no solo no trae nada nuevo en materia de inseguridad y crimen desbordado, sino que es enviado al Congreso a justificar la salida (ilegal) del comandante general de la PNP y no sabe qué responder. Y etc.

La señora Boluarte debería entender que se ubica en ese trance crítico en el que, si no relanza su gobierno con nuevo combustible (nuevos ministros, operadores e interlocutores, nuevas ideas, metas alcanzables y verificables en el corto plazo), va a naufragar y, con ella, lo harán también la economía, la seguridad, la salud, la educación y, sobre todo, la esperanza y el futuro de millones de peruanos.

Es posible que varias personas buscadas para incorporarse al equipo de gobierno, o no lo deseen, o fijen condiciones mínimas para asumir el reto. Considerando el muy escaso margen de juego del régimen y los riesgos antes señalados, la presidenta debería ceder poder para fortalecer la acción gubernamental. Es su única opción.

La lógica de seguir avanzando inercialmente en medio de errores y torpezas que se multiplican, de medias verdades absurdas (como decir que no hay rescate financiero para Petro-Perú, cuando resulta que sí lo hay a medias) y de la defensa y el no deslinde de las denuncias contra su hermano Nicanor, lo único que asegura es más fracasos y hastío entre la población.

Saber llegar, presidenta, saber

llegar.

Mario Saldaña C. es periodista

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