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El exilio del arte en Lima Norte
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En Lima norte, el arte nace, pero pocas veces encuentra dónde quedarse. Para ser visto, casi siempre debe migrar al Centro de Lima. Esa necesidad de desplazamiento recuerda a Mario Vargas Llosa, quien también tuvo que dejar su tierra para ser reconocido. Aunque escribió desde joven, su carrera despegó recién al mudarse a Europa. “La ciudad y los perros”, su primer gran éxito, se publicó en Barcelona, no en Lima, donde incluso fue censurada. Irónicamente, para que un escritor peruano fuera leído en su país, primero debía ser validado en el extranjero.
Algo similar sucede hoy con los artistas de Lima norte. Deben trasladar sus obras al Centro para que existan simbólicamente. En la capital, la vida cultural se concentra en zonas como el Centro y distritos como Barranco o Miraflores. Detrás de esa concentración persiste una idea: hay lugares donde el arte “debe” ocurrir y otros donde solo resiste. Esta fragmentación no es solo estructural, sino también simbólica. Mientras algunos distritos cuentan con museos, teatros y centros culturales bien conectados, otros quedan relegados, pese a tener talento y público.
Un estudio de Nodos Culturales Perú revela que el 76% de los equipamientos culturales están en Lima Centro y solo el 9% en Lima norte. La desigualdad no solo condiciona a los artistas, sino también al público, que muchas veces carece de acceso y de referentes cercanos.
Podría pensarse que la distancia es el único obstáculo, pero el problema real es la falta de políticas culturales descentralizadas. Sin concursos, ferias ni fondos, el arte del norte queda librado a la autogestión o al exilio simbólico hacia el Centro.
Frente a ello, urge una política cultural más justa. Descentralizar no es solo distribuir recursos, sino reconocer. Y eso empieza cuando el Estado y la sociedad comprenden que el arte también nace en los bordes de la ciudad. Lima norte representa una zona rica en talento, pero pobre en infraestructura artística. Aún falta ese espacio y, si no llega, será el arte, como siempre, el que terminará abriéndose paso entre los escombros del abandono.

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