Para los peruanos, emprender es una respuesta inherente a nuestra incansable creatividad que nos permite convertir la adversidad en oportunidad. Contamos con la agilidad de encontrar soluciones que hacen . Aunque, a lo largo del siguiente texto, la palabra “empresa” quedará supeditada a la palabra “emprendimiento”.

La respuesta del mercado es rápida, pero se rebela a ser formal. En el primer trimestre del 2023, el mayor número de altas de empresas se concentró en las conformadas como “persona natural con negocio” (62,9%), que no cuentan con ninguna forma societaria. Por ende, no tienen cómo distinguir y proteger su patrimonio personal del de su emprendimiento.

No hay hijo rebelde sin padre estricto. La legislación exige demasiado a los emprendedores como para que estos se quieran formalizar conformando una sociedad o una Empresa Individual de Responsabilidad Limitada (en adelante, E.I.R.L.). Los costos de constitución para casi todas las sociedades son elevados. Escribo “casi” todas porque existe una sociedad más “barata” de constituir, la Sociedad por Acciones Cerrada Simplificada, que fue diseñada justamente para combatir la informalidad. Sin embargo, para su constitución exige un mínimo de dos socios, excluyendo a los emprendedores unipersonales, que son la mayoría. Pero claro, para la unipersonalidad existe la E.I.R.L. que, irónicamente, también exige costos de constitución elevados y limita al emprendedor a realizar solamente actividades económicas de pequeña empresa. Si el ámbito emprendedor es un ciclo de soluciones, el ámbito legislativo es uno de problemas.

El hijo rebelde no encuentra sentido a que su padre estricto se cobre a sí mismo casi el 30% de su propina, solo por el hecho de ser su padre. Menos aun si esa suma no se va a reinvertir en la casa o en el bienestar del hijo rebelde, sino en la borrachera dominical del padre estricto. Este es un paralelismo sensato a lo que sucede con los impuestos que pagarían los emprendedores y con el uso que le daría el Estado Peruano.

Desde mi área de estudio, el derecho, aún hay mucha justicia que impartir a favor de los emprendedores peruanos y su camino a la formalización. Se necesitan leyes más flexibles, empáticas y asertivas, que sepan leer la realidad económica del país. Se necesita diseñar una legislación para el desarrollo económico y no para la eterna condena de la informalidad y el desorden.

Actualmente, el Estado Peruano está legislando como la peor clase de padre estricto: el que exige mucho y no es ejemplo de nada. Por otro lado, los emprendedores están reaccionando como hijos rebeldes que no consideran razonable la exigencia del padre.

Se debe cambiar el esquema de esta relación. Si el Estado se quedará con el 30% de las ganancias de un emprendimiento, no es su padre; es su socio. Y si quiere la apropiada recolección de sus ganancias (sin aportar un sol de capital), debe ganárselas a través de lo mínimo indispensable: una legislación apropiada. Mientras esto no pase, el emprendedor no será empresario.


*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Almudena Fernández es estudiante de Derecho en la Universidad de Lima

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