Palomino (Lima, 1969) ha vivido en Barranco desde siempre, “pero del óvalo Balta para atrás, en la parte picante”. En el vinilo, Nicomedes Santa Cruz.
Palomino (Lima, 1969) ha vivido en Barranco desde siempre, “pero del óvalo Balta para atrás, en la parte picante”. En el vinilo, Nicomedes Santa Cruz.

Cuando el gran duque de Luxemburgo vio su rostro pintado en clave pop sobre un vinilo viejo, se emocionó. Ocurrió en el 2017, mientras iba recorriendo allá el Festival Mundial de las Migraciones. A José Luis Palomino le habían avisado de su paso dos días antes. El artista plástico, barranquino “pero del óvalo Balta para atrás, de las zonas picantes de Los Intocables, Progreso, Parque Alto, Venegas y Río Seco”, había sido invitado para exponer allí su trabajo en un stand. O lo que es lo mismo, excepcionales pinturas sobre lienzos, madera y discos que buscan reivindicar el aporte de personajes afroperuanos a la cultura, así como también recrear a otros hijos de la cosmovisión popular. Como él había llevado materiales, pensó obsequiarle un retrato, así para que lo cuelgue en el palacio. Enrique Alberto Gabriel Félix María Guillermo de Nassau-Weilburg es también el jefe de Estado de ese país europeo, por lo que conseguir una foto suya no iba a ser difícil. Superado ese pequeño obstáculo, lo hizo al tiro.

Ya en el día D, la misión imposible era quebrar la barrera de seguridad de Enrique IV y darle la obra en sus manos. Así que, inteligentemente, pasito a pasito, suave, suavecito, le mostró la obra a los agentes del cordón policial. Los agentes le pasaron entonces la voz a los fotógrafos oficiales. Clic. Flash. Clic. Flash. Los fotógrafos le avisaron a una asistenta. La asistenta acudió a la edecana. Y la edecana, a María Teresa Mestre, la esposa del monarca. Fue ella quien, finalmente, le habla al duque de José Luis y el regalo. “Me dijo que estaba encantado. La duquesa, fascinada. Ese ha sido, hasta hoy, el momento cumbre de mi carrera”, sentencia Palomino en su sala de Barranco, del óvalo Balta para atrás. Ese ha sido, además, el momento en que el orgullo y la felicidad aplacaron por fin las voces del mundo infame diciéndole desde 1969, año que figura como el de su nacimiento en el DNI, que “nadie les hace caso a los negros de mierda”.

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