Marie Kondo (Foto: Netflix)

Hagamos un ejercicio de imaginación: que la gurú del orden y la limpieza sea invitada a una casa promedio de Lima y luego conducida a su lugar más secreto y desafiante: el techo. Que el nuevo y más difícil capítulo de su serie "¡A ordenar con Marie Kondo!" la ponga a reacomodar ese epítome del caos, paisaje gris que combina tan bien con el cielo capitalino. Y así verla dar saltitos entre muebles viejos y desmonte, con pared sin tarrajear de fondo. Y dotarla de bolsas negras para la basura –10 por 1 sol– para que se ponga, como tanto le gusta, a buscar la felicidad.

Quien mejor analizó ese espacio tan nuestro fue el desaparecido escritor y arquitecto Héctor Velarde en su "Antología humorística" (1973): "La subconsciencia de la ciudad entera está en todos sus techos. Es lo contrario de lo que pasa en los casos normales de psicoanálisis en general. Lo sub de la conciencia, debe estar sub, es decir abajo. Aquí, en Lima, está arriba. En los techos. […] Lo no pensado, lo oculto, lo reflejo, lo que parece no servir, innecesario o inaparente, va directamente al techo. El problema de limpiar los techos de Lima es pues un problema de psiquiatras". ¿Cómo haría la señora Kondo para lidiar con tan limeño y psíquico problema?

EL ORIGEN DEL ÉXITO
Un poco de feng shui, otro de sintoísmo, y mucho coaching motivacional parece ser la fórmula de esta autora japonesa de 1,43 metros de altura y 34 años, que desde los 19 comenzó a erigir lo que hoy ya es un imperio de la pulcritud. En el 2014, Kondo publicó su mayor 'best seller', "La magia del orden", y desde entonces ha vendido más de ocho millones de libros. Pero fue el pasado primero de enero que reventó en el boca a boca con el estreno de su 'reality'. Según la revista "Vanity Fair", cadenas como FOX y la CBS se estuvieron disputando la producción, pero fue Netflix la que dio el golpe final. Como con "Luis Miguel", "La casa de las flores" o "Black Mirror: Bandersnatch", la plataforma sabe cómo poner a la gente a hablar de los temas que quiere.

La piedra base del éxito de Kondo es, sin embargo, más antigua. Se trata del método KonMari, marca registrada con la que, entre otras cosas, se da el lujo de organizar talleres por los que cobra casi US$3.000 para enseñarte a doblar la ropa. Una lección de hábitos que rozan con el trastorno obsesivo-compulsivo, aunque escondidos tras la filosofía del 'tokimeku': es decir, el "despertar y esparcir felicidad". Filosofía de la purificación o galletita de la fortuna que, según ella, consiste en cambiar de chip: no pensar en lo que quieres botar, sino en lo que quieres quedarte y te provoque alegría (a pesar de que Kondo sea partidaria de desmantelar bibliotecas enteras, por ejemplo).

ESTRELLA DE TV
​Por eso no sorprende que su combo de autoayuda, adaptado en ocho capítulos de esa holgazanería exprés que es la televisión por streaming, haya movido a miles de espectadores a poner de cabeza sus hogares.

"¡A ordenar con Marie Kondo!" es un show en el que su protagonista visita casas en emergencia (aunque algunas no lo parezcan tanto) para darles tips a sus ocupantes sobre cómo mejorarlas. Y ellos desnudan sus frustraciones, lloran, se sorprenden, replantean sus vidas y vuelven a llorar pero de alegría. Antes de todo eso, por supuesto, Kondo les pide permiso para su ritual infaltable, el pico dramático de cada episodio: cuando empieza a caminar en círculos sobre la alfombra, como perrito con urgencias, y encuentra el punto exacto donde entra en conexión con la casa y le extiende su agradecimiento. Cámara lenta y música zen. Un momento único de histrionismo trascendental.

Hay mucho de impersonal e impostado en el programa. Como la presencia inamovible de Marie Iida, la traductora de Kondo (porque ella no habla inglés), quien a pesar de su empeñoso trabajo provoca cierto distanciamiento entre los personajes. O como algunos gestos y reacciones de Kondo, que habla siempre con dulzura y delicadeza, pero lanza órdenes sin titubear. Lo dijo el escritor Sergio del Molino en el diario "El País": "la gente ordenada es moralmente superior [...] y siempre he sentido que hay algo nazi en esa superioridad moral, como creo que hay algo nazi en la doctrina de Marie Kondo".

También tiene momentos atractivos, por cierto, como los sencillos consejos que aparecen incrustados en medio de la narrativa del programa. De otra forma, no se entendería cómo una japonesa que solo habla en su idioma y guarda todas las formas de cultura logra conectar tan bien con la idiosincrasia latinoamericana y peruana. No somos precisamente una sociedad de sótanos, áticos y garages; tampoco destacamos por el minimalismo en la decoración. Pero parece que necesitamos una Marie Kondo para el cachivachero que llevamos dentro. Hay que ver cuánto nos dura la moda.

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