Los conocimientos que lograron llevar al hombre al espacio son usados de manera satisfactoria en campos como la medicina.
Los conocimientos que lograron llevar al hombre al espacio son usados de manera satisfactoria en campos como la medicina.

En los orígenes de la cultura la filosofía era la ciencia total. Con el correr del tiempo se fueron desprendiendo de ella conocimientos especiales, a manera de ramas nuevas de un tronco común. La primera ciencia que se formó de ese modo fue la matemática por ser la menos relacionada con las emociones, creencia y prejuicios del hombre. En cambio, solo en el presente siglo se han constituido en verdaderas ciencias vinculadas a la vida individual y social, la biología, la psicología y la sociología. Este nacimiento de las ciencias por un proceso de especialización del saber, que tuvo y tiene el mérito de haber creado el verdadero conocimiento científico de la realidad, adolece de un defecto limitante cuando la especialización se lleva a cabo hasta el punto de aprisionar la mente de quien la cultiva en dominio tan reducido, que lo desvincula y aparta por completo de lo que ocurre en otros campos del saber. Estos especialistas puros, no obstante la importancia de su esfuerzo, merecen en ciertas ocasiones la irónica censura formulada por Bernard Shaw, cuando escribe: “El especialista es el hombre que sabe cada vez más en un campo cada vez más estrecho, de modo que llega a saber todo… de nada”.

La nueva ciencia llamada cibernética surgió como un antídoto contra el mal de la excesiva especialización. En esta ciencia los conocimientos se logran merced a la cooperación de especialistas unidos en la búsqueda de una meta común. Ninguna más necesitada de la solidaridad de distintas especialidades como el requerido por la astronáutica para la conquista del espacio. En cada cohete, en cada satélite intervienen, para el logro de su buen éxito, ciencias de distintas clases que han de armonizar con sus conocimientos para obtener el resultado final. Matemáticos, astrónomos, mecánicos, físicos, químicos, meteorólogos, ingenieros, técnicos se juntan y colaboran para diseñar, fabricar, lanzar y sostener en sus vuelos a las naves espaciales, a los que se agregan biólogos, fisiólogos, médicos y psiquiatras, cuando se trata de vuelos tripulados que plantean problemas de carácter humano. Tal es el caso de la tecnología de la era espacial al servicio de la vida humana.

Los resultados de la tecnología espacial para la medicina son notables. Uno de sus aspectos es la busca de la miniaturización, el esfuerzo por reducir cada día más el tamaño de los instrumentos científicos que figuran en el equipo de los satélites, con el fin de disminuir el peso de la carga que llevan consigo. En el ramo de la electrónica, la miniaturización es sorprendente. Ya se fabrican receptores-transmisores tan pequeños, que se introducen como sondas en el estómago que radian imágenes del estado de las paredes de ese órgano, visibles para el médico, en exploración total interior del paciente. Es posible que en un futuro próximo se puedan curar las enfermedades del corazón, colocando al enfermo en condiciones semejantes a los tripulantes de un satélite cuando pierden el peso, volviéndose ingrávidos. Vestidos semejantes a los que usan los astronautas sirven para proteger el cuerpo de los pacientes que tienen que permanecer en cama por largo tiempo, evitándoles la atrofia muscular y las lesiones de la piel producidos por la prolongada permanencia en el lecho.

Quizá la más notable, la medicina de la tecnología del espacio, es la realizada en lo que se ha bautizado con el nombre de cura intensiva, que consiste en aprovechar captores para vigilar desde lejos a los enfermos. Se llama captores a los instrumentos que les sirven a los satélites para captar datos de lo que encuentran en el espacio por donde vuelan y de lo que ocurre dentro de ellos mismos, datos que transforman en señales de radio que transmiten a tierra. Los captores son los ojos, los oídos y el tacto de los satélites. Para el cuidado intensivo de los pacientes se colocan captores cerca de ellos en los cuartos en donde están, que captan permanentemente, la temperatura, la respiración, el pulso y otros datos del estado del enfermo que transmiten a un receptor central que una enfermera observa presta a acudir de inmediato cuando se presenta el menor signo alarmante de un paciente cualquiera. Ya existen hospitales en Estados Unidos y Dinamarca en los que emplea el sistema de la cura intensiva, magnífico sistema que ha dado resultados espléndidos y que seguramente habrá de usarse con el tiempo en otras naciones de la tierra.

Un computador eléctrico desarrollado para los astronautas, que puede operarse con el movimiento de los ojos, se ha adoptado para pacientes paralíticos, que, gracias a su empleo, pueden actuar sobre un tablero de llamada y controlar una silla de ruedas.

El carro lunar propuesto para la exploración, sin pasajeros, de la superficie de la luna se ha transformado en un carrito con patas especiales, con el que los tullidos, o personas sin piernas, pueden transitar por suelos sobre los que no podían hacerlo con los sillones con ruedas habituales.Técnicas desarrolladas para “limpiar” las fotografías de Marte transmitidas por el satélite Mariner IV se están usando para “afilar” las radiografías médicas de modo que los doctores observan imágenes radiografiadas de los pacientes mucho más claras y detalladas que antes.
Un ejemplo de consecuencia imprevista de la conquista del especio en provecho de la vida humana, es el descubrimiento de la posibilidad de emplear en el tratamiento de la tuberculosis y de ciertas enfermedades mentales, un derivado del combustible líquido de los satélites llamado isoniacida.

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