(Foto: GEC)
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Lourdes Fernández Calvo

“¿Qué haces desde que te levantas por la mañana?”, le pregunta el psicólogo de la fiscalía al niño de 11 años. “Me dedico a trabajar porque mi mamá no me inscribió en el colegio. Vendo caramelos desde las diez de la mañana hasta las diez de la noche en el Jockey. Antes trabajaba con mi hermano en Ceres, pero de ahí aprendí a trabajar solo. Me quedaba durmiendo en los carros y un día me agarró un policía y me llevó a la comisaría; me soltaron en la mañana y me fui a mi casa. De ahí aprendí a irme solo al Jockey", responde el niño.

Junto a él otros siete menores, de entre 10 y 14 años de edad, comparten la misma rutina y, en el mejor de los casos, el mismo lugar para dormir. Desde hace un poco más de un año, han aprendido a comprar bolsas de caramelos de chicha, chupetines u olé olé en Plaza Vea, del Jockey Plaza, para luego empezar su jornada de trabajo. Las compran a seis soles y, si es un buen día, pueden llegar a ganar hasta diez veces más de lo que invirtieron. Los niños venden golosinas por necesidad, pero no se quejan. Algunos, incluso, dicen haber encontrado pequeños momentos de felicidad en gestos que la gente deja a su paso. “Vendo caramelos por todo el Jockey. El viernes fui porque no tenía nada que comer, no iba a ir pero tenía hambre. Mi mamá se fue a las 7:30 p.m. porque hacía mucho frío, yo me quedé vendiendo. Puedo ganar hasta S/ 40 o S/30. Cuando tienes S/30 da felicidad, cuando te invitan gaseosa y todo eso te da felicidad, ya no compras nada más”, cuenta José, otro niño de 11 años, quien dice que, pese al trabajo, también tiene tiempo para jugar con trompos y a las escondidas con sus amigos en El Agustino.

La mayoría de los niños llega al centro comercial cantando en los micros desde Ceres, Huaycán u otras zonas de Ate Vitarte. César, de 14 años, lo hace tres veces a la semana, después de clases. Llega a las 5 de la tarde y se queda hasta las 11 de la noche. Está en cuarto de secundaria y dice que, después de pagar el colchón que su mamá compró en cuotas, empezará a ahorrar para pagar su instituto.

“Felizmente mi mamá me apoya. Antes trabajaba como cobrador pero ya no porque gano más vendiendo y hasta me puedo comprar ropa”, asegura.

Hay quienes solo tienen la calle como único apoyo. Es el caso de Daniel, de 14 años, quien reparte sus noches entre las cabinas de Internet y cuartos de hotel. Desde que conoció a Jean Pierre y este le dijo “Yo te voy a achorar”, su rutina se convirtió en vender caramelos en el patio de comidas del Jockey, juegos de internet, menús de S/ 5, películas y marihuana. “Alex, es primo de Jean Pierre, él pagaba el cuarto de hotel, a veces, nos compraba chaufa y gaseosa. Llevaba a varios niños al cuarto y veíamos películas juntos. Todo lo pagaba Alex”, precisa.

Hace más de un año, Alexander Díaz Muñoz (hoy de 19 años), a quien llamaban Alex, descubrió a este grupo de niños y se aprovechó de su vulnerabilidad. Se acercó a cada uno de ellos y empezó a extorsionarlos para que le pagaran un cupo de S/9 a más para poder vender golosinas en el Jockey Plaza. Alexander actuaba junto a su primo Jean Pierre y otros amigos de su edad.

“Me cobró la primera vez que llegué. Me dijo: ‘Oe, o pagas o te robo’. Los demás días me pedía plata y yo tenía que darle. Agrede a los chibolos, les pide su mercadería o los manda a robar. Cada vez que llega un niño al Jockey le piden dinero para dejarlo vender. Nos reúnen, nos dicen que les paguemos o si no nos rompen la cara, nos pegan”, contó uno de los niños a la fiscalía.

Una de las víctimas contó que incluso Alexander obligó a una menor de 15 años a tener relaciones sexuales con él para permitirle vender caramelos.

“Lo que hacía Alexander no era obligarlos a trabajar, era como un lobo con su manada, merodeaba en el Jockey y cuando veían a un niño con sus bolsas de caramelos, le decía que si quería vender ahí les tenía que pagar. Eso constituye extorsión agraviada, pero adicionalmente los obligaba a hurtar porque él robaba celulares”, precisa la fiscal especializada en delitos de trata de personas Miluska Romero Pacheco.

La fiscal señaló que Alexander Díaz podría ser denunciado por el delito de con fines de forma análoga de explotación, que tiene una pena no menor de 25 ni mayor de 35 años de prisión.

La fiscalía asegura que pedirá para Díaz más de 25 años de prisión o incluso la pena máxima por tratarse de menores de edad.

La semana pasada, Díaz fue detenido por la policía. El Poder Judicial dictó nueve meses de prisión preventiva en su contra.

Niños rescatados

¿Qué pasó con los menores rescatados? Según la fiscalía, de los ocho niños identificados que trabajaban en la calle, solo dos lograron ser internados en un centro de acogida residencial del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables.

“Solo 2 están albergados, el resto ha sido entregado a su familia, eso lo ha hecho el MIMP. Incluso el día que capturamos a Alexander, buscamos a uno de ellos para que haga un reconocimiento físico y la mamá dijo que el niño desapareció hace dos días. Es decir, que los niños han vuelto al contexto de calle. El MIMP no ha evaluado bien. Nosotros como fiscales y policías hemos cumplido nuestro trabajo de capturar y de alguna forma extraer a estos niños de la situación de calle. Encontramos a un niño de 8 años que no era víctima pero estaba en la calle vendiendo, dijo que vivía en la calle. Uno de los niños albergados, nos agradeció, nos dijo “Gracias por albergarme, sabes por qué, porque voy a tener una cama dónde dormir, voy a poder desayunar, almorzar y cenar y no voy a tener que trabajar. Tiene 12 años”, agregó la fiscal Romero.

El sector confirmó este dato y explicó que la Unidad de Protección Especial decidió que los niños volvieran a sus casas luego de evaluar a sus familiares.

Indicaron que “para cada menor se elaboró un plan de trabajo individual que busca reinsertarlos en el seno familiar, el sistema educativo y el entorno social seguro”.

"Quiero que me lleven a un internado bonito con mis amigos y que mi mamá ya no se preocupe", pidió uno de los niños rescatados a la fiscalía.

*En esta nota no se han utilizado los verdaderos nombres de los menores de edad.

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