Mario Molina, uno de los artistas de opinión gráfica más destacados del Perú. En el recuadro, una de las piezas que publicó para su espacio "Humor profano" en El Comercio.
Mario Molina, uno de los artistas de opinión gráfica más destacados del Perú. En el recuadro, una de las piezas que publicó para su espacio "Humor profano" en El Comercio.
/ Jesus Saucedo
Enrique Planas

De niño, nadie sueña con ser humorista político. Todos aspiran a ser astronautas, bomberos o futbolistas. Una excepción a la regla fue (1959-2023), quien siempre tomó su temprana vocación con seriedad, como era él personalmente, como fue el humor político al que dedicó gran parte de su vida. El celebrado historietista y humorista gráfico peruano, acompañado por su familia, murió hoy martes 21 de febrero a causa de un tumor cerebral. Fue el punto final de una serie de enfermedades vinculadas al cáncer endocrino que lo aquejaron en los últimos meses.

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Su pasión por el dibujo comenzó en el Colegio Franco-Peruano, obsesionado con las lecturas de Ásterix, Lucky Luke o Tintín que atesoraba la biblioteca de este centro de estudios. En secundaria, gracias a un estudiante francés de intercambio descubrió la fundamental revista “Metal Hurlant”, y a través de ella conoció a Jean Giraud o ‘Moebius’, artista que dejaría en él una profunda influencia. Impulsado por su hermano que le advertía que estaba perdiendo dinero al acumular tantos dibujos, buscó trabajo como ilustrador en el Semanario Caretas, que por entonces, en 1977, reaparecía tras la clausura por la dictadura militar.

Mario Molina se dedicó por completo al humor político desde 1991, cuando sus caricaturas aparecieron en las páginas editoriales del diario “Gestión” y, posteriormente, en “El Comercio” y otros medios. Su disciplina siempre fue la misma: revisar los temas del día y centrarse en aquello que le dictara su olfato, buscando aristas y posibilidades humorísticas. Siempre trataba de escapar del humor político más coyuntural, por ello, trataba de hacer un humor más basado en situaciones que en los mediocres personajes de la política.

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El periodista Fernando Vivas recuerda al artista y cómplice de aventuras universitarias: “Mario Molina ha sido autor de novelas gráficas, ilustrador de artículos periodísticos y caricaturista político, que es una forma de marcar y colaborar con las líneas editoriales de los medios. Todo ello hace que sea una figura en el periodismo”. Paralelo a ello, Vivas destaca la pasión del humorista por el cine, interés que lo llevó a participar muy joven de una revista como “Cine Club”, que en los años ochenta reunió a un grupo de jóvenes cinéfilos que consumían y devoraban las películas clásicas del Hollywood que amaba. “Ese cine también es parte también de los referentes de su obra gráfica”, advierte el periodista.

En efecto, el mismo Molina señalaba su fascinación por las películas de John Ford, interesado en historias que se narraban, básicamente, desde la acción. Asimismo, confesaba que al dibujar personajes femeninos realizaba un silencioso homenaje a las mujeres de las películas de Howard Hawks, féminas que vivían en un universo de hombres, pero que resultaban capaces de enfrentarse de igual a igual con ellos.

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Si bien Mario Molina encaró el humor político como una de las mayores expresiones de la libertad que quiebra la formalidad del poder, en sus últimos años intentó dedicarle más tiempo a la historieta, su pasión inicial. Es así que en setiembre de 2021 publicó un proyecto largamente acariciado: la novela gráfica “En la cara no”, libro que lo reinventó como dibujante, con guion de su amigo y antiguo compañero “Caretas”, Oscar Malca.

En los últimos tiempos, el artista venía trabajando un proyecto en el que actualizaba el mito prehispánico del Incarrí, esperando con entusiasmo, además, llevar al cómic la novela de Mario Vargas Llosa “La ciudad y Los Perros”, trabajo guionizado por el escritor Hernán Migoya que iba a ser publicado en España por Penguin Random House. Sin embargo, la enfermedad le arrebató al creador la posibilidad de entregar los originales soñados.

Alguna vez le pregunté, para un artículo periodístico, qué nos hacía reír de la política. Recupero del archivo su atinada respuesta como cierre de esta despedida. Según Molina, el humor radicaba en las contradicciones, “en el enfrentamiento entre lo que el político dice y lo que realmente hace: Hay un tipo de lector que siempre le pedirá un chiste al dibujante. Sin embargo, mi intención no es provocar la carcajada. Busco más bien una reflexión, una sugerencia que, unida a la sonrisa, te ayude a ver las cosas con más claridad”, señalaba.

Sus restos serán velados entre este miércoles 22 y jueves 23 en la Iglesia Virgen de Fátima, avenida Armendáriz 350. Miraflores.

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