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“Terminamos peleándonos por un cono de dulce”: El Bebé Salsero revela secretos de Salserín a puertas de su show en Lima
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“Terminamos peleándonos por un cono de dulce”: El Bebé Salsero revela secretos de Salserín a puertas de su show en Lima

“Terminamos peleándonos por un cono de dulce”: El Bebé Salsero revela secretos de Salserín a puertas de su show en Lima

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Hay artistas que crecen sobre un escenario y aprenden a mirar la vida entre luces y aplausos. Toñito León, aquel niño prodigio que conquistó América Latina como el de Salserín, regresa a Lima con la misma sonrisa y el mismo corazón que hace más de dos décadas encendieron al público peruano. Esta vez, lo hará el 29 de noviembre en el Teatro Canout, como parte del espectáculo Noche de salsa romántica, un encuentro que promete nostalgia, ritmo y sentimiento.

Feliz de poder compartir nuevamente con la gente del Perú, a quienes les tengo mucho cariño y recuerdos hermosos. Espero que sea una noche muy romántica, con mucho corazón”, dice.

Desde los cinco años, Toñito pertenece a la memoria colectiva de una generación. Llegó a Salserín casi por casualidad —o por destino— cuando acompañaba a su padre, hijo de Óscar D’León, a un concierto de Dimensión Latina. “Mi papá trabajaba con ellos, y Manuel Guerra, el manager, que también era el de Salserín, invitó a mi hermano al casting. Pedí participar también, y al final, quedé yo”, recuerda.

De pronto, el niño tímido se vio cantando ante miles, con giras internacionales y un cariño del público que aún lo acompaña.

Todo fue muy rápido. De un momento a otro ya estábamos a nivel internacional. Nunca imaginamos que algo así pasaría. De pronto, dejamos de ser un grupo juvenil más para convertirnos en parte de la vida de la gente”, reflexiona.

De aquellos años conserva anécdotas entrañables de sus visitas al Perú. “Recuerdo cuando estuvimos en la Feria de La Molina: había unos conos enormes de dulces y solo quedaban cuatro, pero éramos cinco cantantes. Renny y yo terminamos peleándonos por uno”, rememora entre risas. También recuerda el Daytona Park y las multitudes esperándolos frente al hotel Sheraton. “Era una locura hermosa. Perú siempre nos recibió con mucho amor”.

Pero detrás de los reflectores había una historia de sacrificio. “Era complicado, por supuesto, porque no llevábamos una vida normal, una vida de niño —admite—. Nuestros juguetes eran las tarimas y nuestro recreo era estar en las habitaciones, quizá jugando con los videojuegos que ponían en los hoteles. Ser niño y artista a la vez no era fácil”.

Esa infancia sobre el escenario marcó un antes y un después en su vida. “Sí, hubo una diferencia total —dice—. A los cinco años ya no podía salir a la calle, ir a un parque o a un centro comercial como cualquier otro niño. Fue un cambio abrupto, pero también el comienzo de todo lo que soy”.

A los catorce años dejó el grupo por primera vez, cuando Salserín hizo una pausa. Luego regresó en el 2009, ya mayor de edad, para cerrar una etapa que duraría hasta el 2015. “Manuel Guerra decidió hacer un Salserín de adultos. Fue una buena decisión. Y después de eso, sentí que era momento de volar solo”.

Como solista, grabó su primer disco "El nieto de Óscar D’León", una decisión impuesta por la disquera. “No estaba de acuerdo, pero o lo hacía o el álbum no salía. Siempre he querido que me reconozcan por mi talento, no por un apellido”, explica. Aunque la relación con su abuelo es distante, el respeto es absoluto. Aunque la relación con su abuelo es distante, el respeto es absoluto.

Su estilo actual es un reflejo de su madurez: una mezcla de salsa y pop romántico. “Mis canciones son baladas hechas salsa, letras dulces, frescas, como las que a mí me gusta cantar”, dice. Entre sus favoritas está "Yo te voy a amar", una canción del 2000 que aún lo emociona.

En el escenario, Toñito no solo canta: se reencuentra con su historia. “Lo más bonito es ver a las fans de aquellos años llegar con sus hijos. Esas cosas me llenan el alma”, confiesa.

Desde Barcelona, donde vive con su pareja, dice estar en el mejor momento de su vida. “Estoy tranquilo, enamorado y agradecido. Creo que es la primera vez que disfruto la música sin presión, solo con amor”.

El Bebé Salsero ya no es un niño, pero sigue siendo parte de una memoria sonora que no envejece. Su voz, que alguna vez fue símbolo de inocencia y ritmo, hoy suena más madura, más consciente, pero igual de cálida.

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