(Ilustración: Victor Aguilar)
(Ilustración: Victor Aguilar)

Nuestro sector empresarial sigue interpretando las perspectivas de la economía peruana con una visión propia de los años ochenta. Parece que el reconocimiento internacional del “milagro económico” del Perú, los auspiciosos fundamentos sobre los que se desenvuelve nuestra economía por algo más de un cuarto de siglo y sus destacados indicadores en el frente latinoamericano, no han sido suficientes para alejar ciertos temores y riesgos propios de modelos económicos superados. No hay duda que hoy enfrentamos retos y mediocridades, pero eso no nos debe llevar a decisiones erradas.

Aquí, algunos elementos para reflexionar en torno a la necesidad del cambio en la percepción empresarial sobre el crecimiento de nuestro PBI.

Primero, nótese que nuestro estándar del concepto crisis ha cambiado. A diferencia de antes, hoy asociamos crisis a un crecimiento de alrededor de 2,5% con el que cerraremos el 2017, esto a pesar de que dicho crecimiento será superior al que logren alcanzar las economías de la Alianza del Pacífico (Colombia 2%, México 1,9% y Chile 1,6%). Hoy no es necesario disponer de decrecimientos del PBI para sentirnos inadecuadamente servidos. Nuestro estándar de exigencia de resultados económicos se ha elevado.

Segundo, hemos atravesado casi una tormenta perfecta y, a pesar de ello, seguimos creciendo. Entre el 2012 y parte del 2016, los precios de los commodities no nos acompañaron, nuestras exportaciones anuales se licuaron en alrededor de 11 mil millones de dólares, nuestra inversión total cayó en casi 4 puntos porcentuales del PBI y nuestro nivel de recaudación fiscal en algo más de 3 puntos. Con todo esto, seguimos creciendo. Nos llegó el efecto de El Niño costero, el golpe de Odebrecht, un ajuste fiscal inadecuadamente ponderado en un marco de creciente inseguridad ciudadana y desorden político. No obstante, seguimos creciendo.

Tercero, el 2009 y como resultado del embate de la crisis financiera internacional del 2008, nuestra economía logró capear el temporal con un crecimiento mínimo (1%), pero nunca una recesión abierta, a comparación de lo ocurrido en muchas economías de la región. Hoy disponemos de una economía con mayor fundamento que aquel entonces. Nuestras reservas internacionales (32% del PBI), la holgura de ahorro financiero en frente público por más del equivalente a 17 puntos porcentuales del PBI, nuestra baja posición de deuda (23,8%) y excelente percepción internacional de riesgo soberano (BBB+ de acuerdo a S&P) nos llevan a concluir que, hasta en el escenario extremo de una nueva manifestación de desorden financiero internacional, el Perú seguiría creciendo.

Cuarto, los índices de confianza empresarial en el Perú se han deteriorado. Lógico. En el entorno en el que nos hemos desenvuelto los dos últimos años, ello no debe sorprender. Lo que debe llamar la atención es que los índices de confianza empresarial aún se mantengan en el tramo optimista (69 puntos) y ellos superen largamente a los magros índices de confianza de economías latinoamericanas como Chile, Colombia y México (46 puntos en promedio). Mientras nos lamentamos de nuestro “modesto” crecimiento, inversionistas de la Alianza del Pacífico apuestan cada vez más a favor de la diversidad de sectores y negocios que ofrecemos. ¿Nuestros empresarios confían menos en el Perú que sus pares de América Latina? Una lástima.

Quinto, el ciclo económico peruano dispone de dos características que no debemos dejar de lado. La primera, nuestro crecimiento tendencial a mediano plazo se encuentra en alrededor del 4% y cuando los precios de los commodities son favorables, supera como tendencia el 6% promedio anual. La segunda, hay consenso de que estamos dejando la fase del ciclo caracterizada por una fuerte desaceleración del PBI, para entrar a una de recuperación. Si ello es cierto, es el momento de invertir, la perspectiva de nuestra economía no sería mala.

Pues bien, el empresario peruano debe ser consciente de que la economía donde hoy toma decisiones ha cambiado, es hora de que él mismo cambie. Claro, aún queda mucho por hacer con la magra calidad de Estado que tenemos y mil temas en la agenda de retos estructurales por resolver, pero, a pesar de ello, nuestra economía es tan generosa y ha cambiado tanto que seguiremos creciendo. Aún nos falta mucho, pero seguiremos creciendo. ¿Percibimos eso?