
La presidenta Dina Boluarte ha sumado como receptor de su discurso de confrontación a la prensa a la que acusó el lunes pasado de jugar en pared con el Ministerio Público para dar un “golpe de Estado blanco”.
Bastó que la fiscalía allanara el domicilio del ministro del Interior, Juan José Santiváñez, para que la mandataria levantara la voz y apoyara abiertamente la permanencia de su ministro en el Gabinete.
“Pueden allanar la casa de todos los ministros si quieren, pueden allanar el despacho de todos los ministros si así dispone la fiscalía, que está jugando en pared con esta mala prensa para dar un golpe de Estado blanco”, dijo.
“Rechazamos el ataque político contra el ministro Santiváñez y expresamos nuestra solidaridad. Él [...] continuará siendo ministro del Interior y seguiremos limpiando ese ministerio de los caviares que lo habían capturado”, señaló.
De este modo, la presidenta no solo respaldó a uno de sus ministros favoritos, sino que, además, tocó una tecla muy sensible en la opinión pública y entre quienes han decidido trazar la cancha política entre caviares y anticaviares.
Boluarte busca subirse ahora al coche de todos aquellos que no votaron por ella y la combatieron en su papel de vicepresidenta de la fórmula que encabezó Pedro Castillo.
En este caso, la fórmula del enemigo de mi enemigo es mi amigo no funciona del todo y puede incluso resultar perjudicial para quienes con convicción han combatido a aquellos que se autodenominaron la “reserva moral” del país, que apoyaron a quienes se encuentran envueltos en graves casos de corrupción y que llegaron al poder proclamando “estar del lado de la decencia”.
Los mismos que ahora repudian a Boluarte no tuvieron ningún problema en votar por la fórmula presidencial que ella integró. Así que ¡cuidado!, que seguro que ese sector identificado como “caviar” no tardará en afirmar que Boluarte es de derecha.
Más allá de que el allanamiento ante la denuncia por presunto delito de abuso de autoridad haya sido desproporcionado e incluso especialistas consideran que podría tratarse de una venganza de la fiscal de la Nación, Delia Espinoza, esto no justifica de modo alguno la reacción de la presidenta, quien más bien es la llamada a promover la transparencia de los actos de todos los miembros del Ejecutivo, empezando por ella.
Con todo esto, la presidenta solo demuestra lo que es un hecho visible: que Santiváñez le es muy útil en su enfrentamiento con la fiscalía y un sector político que se ha visto relegado en las cuotas de poder en las que participaron en los últimos años.
Hay quienes incluso afirman –como el exministro Gastón Rodríguez– que no debería extrañarnos si Santiváñez “escala posiciones” en el Ejecutivo; es decir, no se descarta la posibilidad de que se convierta en primer ministro.
De ese modo, Santiváñez le resulta imprescindible a Boluarte, pero a qué costo. Ahora valdría la pena preguntarse: ¿el enemigo de mi enemigo... es mi amigo?