Natalia Manso Álvarez

“Estoy agotada” es una frase que escuchamos a muchas mujeres. El pasado octubre, ONU Mujeres publicó el informe “Cuidados y sector empresarial: oportunidades para el desarrollo con igualdad en América Latina”, que señala que el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado aporta el equivalente al 21,3% del PBI de la región. El 74,5% de este trabajo lo realizan las mujeres. Además, los cuidados remunerados como salud, educación, trabajo doméstico o servicios a adultos mayores son atendidos en un 76% por mujeres. Esta “economía de los cuidados” que va en aumento debido al envejecimiento de la población y la mayor tasa de actividad laboral femenina ofrece bajos salarios y mala calidad de empleo.

Las latinoamericanas dedican en promedio el triple de tiempo que los hombres al hogar. Esta situación es transversal a todas las clases sociales, aunque las mujeres con ingresos propios invierten más recursos en servicios de terceros para repartir la carga del hogar. Según el informe, en el Perú las mujeres sin ingresos dedican 52,1 horas semanales al trabajo no remunerado, frente a las 36,5 horas de las que sí tienen ingresos. Los hombres sin ingresos dedican 18 horas al hogar, solo dos horas semanales más que los que no tienen ingresos, lo que indicaría que la razón de que no destinen más tiempo a tareas domésticas no es su mayor dedicación al trabajo externo, sino una cultura que perpetúa el rol doméstico de la mujer.

¿Cuántas mujeres trabajan sin recibir nada a cambio? la Encuesta Nacional de Hogares 2023 del INEI indica que el 26,2% de las mujeres en Lima no tienen ingresos propios. El reclamo de las cuidadoras por ser reconocidas no es nuevo. Ya en 1876, un editorial del periódico “The New York Times” daba una reprimenda a una mujer de Kentucky por haber exigido a su marido un salario por el trabajo que hacía en casa.

Aspirar a que el Estado reconozca un salario para los mujeres y hombres que se dediquen al hogar puede ser irreal, pero existen alternativas. ONU Mujeres publicó varias recomendaciones en su informe “Financiamiento de los sistemas integrales de cuidados”. Propuestas para América Latina y El Caribe en el 2022: mejor recaudación fiscal, inversión en cuidados con los presupuestos de responsabilidad social de las empresas, fondos para el cuidado, alianzas público-privadas y apoyo técnico y financiero de la cooperación internacional, entre otras. No podemos obviar nuestra realidad: 84 de cada 100 madres en el Perú no están casadas ni tienen conviviente. Los servicios de cuidado a estas familias, en especial si el progenitor ausente no cumple con la pensión de alimentos de sus hijos o incluso ejerce violencia contra la madre, son fundamentales. Las mujeres se ven obligadas a hacer malabares dentro y fuera de la casa sin poder pagar por un servicio de cuidado que les permita trabajar o simplemente dedicar unas horas a cuidar su salud física y mental. Y otra deuda pendiente con las cuidadoras es el acceso al sistema de pensiones, al que actualmente pertenecen solo un tercio de las mujeres en el Perú.

Varias de esas recomendaciones ya funcionan en los países de la OCDE, que invierten entre 1% y 2,5% del PBI al cuidado de personas mayores, y entre 0,8% y 1,2% al cuidado y la educación de la primera infancia, ¿no era ese el club al que queremos ingresar? Entonces hagamos las tareas, desde el Ejecutivo, el Congreso –que lleva años bloqueando las iniciativas para un sistema nacional de cuidados– y el sector privado. Los cuidados no nos pueden traer sin cuidado.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Natalia Manso Álvarez es profesora de la Escuela de Postgrado de la Universidad del Pacífico

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