(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Alfredo Torres

Finalmente, luego de un año en el gobierno, el inusual período de elevada aprobación presidencial de llegó a su fin. En el caso de la encuesta de El Comercio-Ipsos, la caída es de 12 puntos. Pasó del 56% en marzo al 44% en esta medición. En tanto, su desaprobación subió del 31% al 45%, con lo que las curvas de aprobación y desaprobación se cruzaron, en lo que se conoce técnicamente como “el fin de la luna de miel”. Otras encuestas ya habían registrado esta tendencia desde fines de marzo.

La caída no es ninguna sorpresa. Era el pronóstico más fácil de hacer. El desgaste de los gobernantes en el Perú es acelerado. Luego de un año de gobierno, la aprobación de había caído al 35%, la de al 40% y la de al 29%. Vizcarra todavía está por encima de esas cifras. En todos los casos, la desaprobación superaba a la aprobación por amplio margen. Las explicaciones puntuales varían, pero en el fondo se trata de las limitaciones de un Estado disfuncional para atender las crecientes expectativas de la ciudadanía.

La mayoría de los analistas han coincidido en que la severa caída del último mes está relacionada con el agotamiento del discurso anticorrupción y el conflicto de . En el primer caso, porque ya está claro que el avance de la lucha contra la corrupción está ahora en manos del Poder Judicial, no del Ejecutivo; y, en el segundo, porque tal como ocurrió en Conga, con Humala, o en Bagua, con García, es muy difícil enfrentar un conflicto en el ámbito rural desde un Estado históricamente ausente.

Los conflictos sociales dividen a la opinión pública en tres. En un extremo están quienes plantean restablecer el libre tránsito de inmediato con ayuda de la policía. En el otro, quienes creen que hay que acceder a los pedidos de los sectores que protestan. En el medio, quienes sostienen que hay que resolver la paralización mediante el diálogo. La encuesta de este mes indica que los partidarios de la “mano dura” son el 27%, los que simpatizan con los que protestan el 22% y los que están a favor del diálogo el 46%. El problema ocurre cuando el diálogo se prolonga sin conseguir resultados y debe entrar la policía a restablecer el orden. La dificultad estriba en que el 53% piensa que no se debe detener a los que protestan (y mucho menos dispararles). Solo el 41% favorece que se les detenga porque están cometiendo un delito.

En ese contexto, el campo de maniobra de cualquier gobierno es muy limitado. ingresó al Gabinete cuando el bloqueo de la carretera llevaba ya 40 días. Un mes después de haber asumido la Presidencia del Consejo de Ministros, Del Solar logró resolver el conflicto, aunque aún no se conoce con precisión en qué términos. La encuesta que se publica hoy se efectuó cuando el conflicto no se había resuelto por completo, pero es poco probable que su desenlace genere una recuperación del apoyo popular al gobierno.

Lo que sí permitirá la solución de Las Bambas es que el gobierno cambie su agenda. Es cierto, que tanto en el mensaje de investidura de Del Solar como en el sorpresivo mensaje presidencial de esta semana, se han tratado muchos tópicos. La cuestión está en la selección de los temas que se abordan. A Del Solar se le criticó por omitir en su mensaje “el elefante”; es decir, el conflicto de Las Bambas, que en ese momento estaba en ebullición. Las críticas más serias a Vizcarra han sido por tocar más de 12 diferentes temas en su discurso, con lo que la opinión pública difícilmente logró retener alguno.

La conclusión es más fácil de enunciarla que de ejecutarla: el Gobierno debe enfocarse en los temas que más le preocupan a la ciudadanía y obtener victorias rápidas en cada uno de ellos. Como se sabe, la seguridad ciudadana y el crecimiento económico son los que más afectan la vida cotidiana de los peruanos. Reforzar las acciones de la policía en la lucha contra la delincuencia y del gobierno en general en acelerar la inversión pública y privada son recetas obvias. Se requiere actuar rápido.

También sería pertinente que el gobierno asuma cruzadas para enfrentar problemas graves que han estado invisibilizados por mucho tiempo y que están aflorando con fuerza, como la violencia de género o la anemia. Liderazgo y programas efectivos en estos campos serían muy apreciados por la ciudadanía. La lucha contra la microcorrupción en el interior del Estado también sería valorada.

La receta fácil para elevar la popularidad es conocida: el populismo. Pero ya se sabe cómo termina. Hugo Chávez fue muy popular durante varios años y ya vemos dónde está Venezuela. La aprobación ciudadana a los gobernantes más serios en el mundo en su segundo y tercer año de gobierno fluctúa entre el 35% y el 50%. El desafío de Vizcarra para los próximos dos años está en mantenerse en ese rango.

*El autor es presidente ejecutivo de Ipsos Perú.