Mabel Huertas

“¿Proxenetas en el Perú? Por favor, ¿quién tira la primera piedra acá?”. Con esa frase, el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, defendía meses atrás en televisión nacional a su amigo Andrés Hurtado, alias ‘Chibolín’, acusado de ofrecer mujeres voluptuosas “desinteresadamente” a políticos y empresarios.

Hace unos días, mientras el escándalo de la red de prostitución en el Congreso ocupaba titulares, una fuente bien informada se mofaba de mi indignación ciudadana: “Ya, pues, Mabel, no seas sana”. El mensaje era claro: esto no es novedad. Según las pistas soltadas en ese café, el Legislativo no sería la única institución donde guapas mujeres son contratadas con fines más carnales que técnicos, aunque siempre profesionales.

El nexo entre sexo y poder no es nuevo en nuestra historia. En los 90, la célebre Suites de Barranco se convirtió en un set de grabación para Vladimiro Montesinos, quien utilizaba a mujeres para chantajear a personalidades importantes. Por la misma época, algunos deben recordar bien, era común que los mejores tratos comerciales se cerrasen en ambientes estimulantes como clubes nocturnos en el corazón de San Isidro.

Desde siempre, el sexo en la política ha sido útil para el trueque, y muchos calentones han caído redonditos. Pero de todos estos casos de nuestra historia contemporánea no se puede ignorar el último evento ya mencionado: la elevada elegancia y ‘glamour’ con el que el Congreso se despide del 2024, con un supuesto bulín montado con un séquito de meretrices cuyo proxeneta recibía un sueldo pagado por todos los peruanos.

Sin embargo, lo que sorprende del reciente escándalo no es su existencia, sino la indignación silenciosa, síntoma de la normalización de prácticas que, en lugar de avergonzar, parecen ser parte del “folclor institucional”. Allí quedan como aparentes pecadores menores los famosos mochasueldos o los que legislan convenientemente a favor de la corrupción.

Faltando pocas horas para el 2025, ha sido un detalle del Congreso despedir la legislatura no solo con la vergüenza de los titulares internacionales, sino también con la penosa muerte de una mujer que desató finalmente la investigación.

Es de una curiosidad casi morbosa saber qué sorpresas inmorales nos traerá el próximo año la política, en un país en el que la rutina del escándalo ha quitado fuerza a la capacidad de los ciudadanos para expresar su indignación.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mabel Huertas es socia de la consultora 50+Uno

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