Nuestras formas de relacionarnos tendrán que ser otras a partir de ahora. Actividades que rompan con el aislamiento social serán inviables, y un grave cuello de botella es el transporte público. (Foto GEC)
Nuestras formas de relacionarnos tendrán que ser otras a partir de ahora. Actividades que rompan con el aislamiento social serán inviables, y un grave cuello de botella es el transporte público. (Foto GEC)
Martín  Tanaka

Conforme han ido pasando los días y la ha seguido propagándose, en el mundo entero hemos tenido que asimilar, cada país y cada quien a su modo, que sus efectos serán más duros, profundos y duraderos.

El Gobierno se vio obligado a extender por segunda vez la cuarentena, hasta el 26 de abril. Como sabemos, esta cuarentena se inició el 16 de marzo –diez días después de la detección del primer caso– con 86 casos confirmados. Fuimos de los primeros países en tomar una decisión tan drástica como esta, y podemos felicitarnos porque funcionó: logramos evitar que la ola que se estaba formando se convirtiera en un tsunami. Sin darnos mucha cuenta, hacia finales de marzo y primeros días de abril pasamos la ola que se generó entre los días previos y los primeros días inciertos de la cuarentena, con picos de 17 y 20 fallecidos por los días 31 de marzo y 4 de abril.

El problema que tenemos es que la cuarentena no parece ser suficiente. Si el acatamiento fuera perfecto, teóricamente, después de 15 días de cuarentena, deberíamos haber detenido los contagios y aislado a los casos positivos. Pero el número de infectados sigue siendo alto, y los contagios siguen ocurriendo. No solo es irresponsabilidad, también intervienen problemas estructurales: la precariedad económica, el hacinamiento y las condiciones de nuestras viviendas, la falta de servicios básicos, la deficiente infraestructura pública, etc. Por ello, la necesidad del toque de queda y de sus posteriores ampliaciones; y por ello también, el ha hecho un esfuerzo gigantesco, el más grande de la región, para otorgar subsidios directos a la población más vulnerable, que progresivamente han ido llegando a sus beneficiarios. Enfrentaremos ahora una nueva ola en las próximas semanas, producto de las dificultades para implementar una cuarentena más firme, de la que deberíamos salir si efectivamente si mejora el cumplimiento de la misma en los próximos días.

Si todos hacemos nuestra parte, no habría necesidad de extender el confinamiento mucho más: no solo está el enorme costo económico que implica; además, inevitablemente, empezará a tener rendimientos decrecientes sobre la tasa de contagios si se prolonga demasiado. La agenda que viene, por lo tanto, es cómo se reanudan algunas actividades, que permitan un mínimo respiro económico, pero que no pongan en riesgo un aumento en la tasa de contagios que haga que el esfuerzo hecho hasta el momento haya sido inútil. En general, nuestras formas de relacionarnos tendrán que ser otras a partir de ahora. Actividades que rompan con el aislamiento social serán inviables, y un grave cuello de botella es el transporte público. Después de la cuarentena, vendrá una etapa aún más complicada: retomar algunas actividades sin elevar el número de infectados. “Quedarse en casa” es fácil. Tenemos que prepararnos para la etapa en que se podrá empezar a salir, pero sin infectar o ser infectado. Y seguir apoyando los grandes esfuerzos del sector Salud.

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