bicicleta
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Mi vida cambió el día en que comencé a usar la bicicleta como medio de transporte. Fue hace un año y medio. Había llegado de un viaje de trabajo en Holanda, un país con más bicicletas que habitantes, con un contagioso estilo de vida en dos ruedas y con calles construidas para pedalear a todos lados.

Apenas pisé Lima, de regreso, me estampé contra una urbe que solo crece dándole prioridad al carro mientras le quita el espacio a las personas. En nuestra capital, cada 24 horas, salen a las calles 300 autos nuevos -cada uno ocupa 10 metros cuadrados: 3 mil metros cuadrados perdidos al día-, mientras las autoridades siguen incentivando el uso del vehículo ampliando carriles y haciendo by-passes.

Pero, al mismo tiempo, Lima tiene las condiciones para convertirse en una ciudad ciclista: es mayormente plana y no tiene climas extremos, como lluvias, vientos fuertes o nieve.

Me compré una bicicleta el mismo día que llegué del país europeo y nunca más me bajé. En estos 18 meses en que la he utilizado como medio de transporte, reduje a la mitad mi tiempo de viaje hacia el trabajo, he pedaleado unos 6 mil kilómetros y ahorrado cerca de S/2.500 en movilizarme. En ese tiempo mi salud mejoró, dejé el estrés y en mi trabajo colocaron estacionamientos para bicis e incluso habilitaron duchas para promover en la oficina que más personas lleguen rodando. 

Como alguna vez leí, uno no puede comprar la felicidad, pero sí puede comprarse una bicicleta. Sobre una de ellas experimentas la libertad. Libertad, por ejemplo, de no depender de los tiempos de un bus, de no tener que pedir Uber, no hacer colas, no pagar parqueo ni gasolina, no tener que pedirle a Waze la ruta con menos tráfico, ni pelear con otros pasajeros.

Pero no se puede promover el uso de la bicicleta abiertamente mientras tengamos red vial para ciclistas como la de hoy: en Lima hay 50 civlovías distribuidas en 14 distritos, pero todas ellas están totalmente desarticuladas -como un rompecabezas sin armar-, lo que aún convierte a este vehículo en un medio de transporte riesgoso y poco democrático.

No hay que construir ciclovías para ese 2% de personas que ahora se movilizan en este medio, sino para el 98% restante que aún no tiene esa alternativa.

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