MDN
Selección peruana
Miguel Villegas

Cola para comprar pan. Cola para llenar un balde de agua. Cola de los fonavistas, para las utilidades, por sacar pasaporte. Cola de 4x4 en la Javier Prado y de combis viejas en Abancay. Los peruanos sabíamos de memoria lo que era hacer una cola pero nunca habíamos hecho una para comprar una camiseta de Perú. 

Es decir, para vestirnos como peruanos. 

Lo hizo el fútbol porque, como ya se ha dicho, solo el fútbol peruaniza. Hacia finales del 2017, cuando la selección marchaba invicta y se ponía en un alucinante cuarto lugar de la tabla de la Eliminatoria, todas las tiendas oficiales de productos de la blanquirroja se llenaron de gente, expectativa, ansías. Fue un hecho inédito: solo en setiembre, los días previos al partido contra Colombia en Lima, Umbro incrementó en 300% las ventas de la camiseta. Podía ser para un regalo de cumpleaños, un adelanto de Navidad, una sorpresa para la novia. De hecho, hasta el cierre de esta edición, Somos pudo conocer que en los últimos años se han vendido casi 400 mil camisetas oficiales de la selección. Una tarde, solo como experimento, fui a buscar una a Coliseum del Jockey Plaza. Perú jugaba en cinco días contra Nueva Zelanda en Lima. Rusia no era Rusia, era la tierra prometida. Los hinchas salían de allí emocionados como quien acaba de encontrar un tesoro. 

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