Oswaldo Reynoso: "Dijeron que mi libro era repugnante"
Oswaldo Reynoso: "Dijeron que mi libro era repugnante"
José Carlos Picón

Una Lima monstruosa, egoísta, desesperada. Este sería el balance que el poeta Washington Delgado daba de la ciudad en el prólogo que escribiera para la primera edición de "En octubre no hay milagros" (1965), novela de (Arequipa, 1931) que cumple 50 años de plena vigencia, de poderosas palabras, poética desgarrada, un contundente y realista registro de habla popular. El retrato tornasolado y acre se genera en una manifestación tradicional, caótica y popular como la procesión del Señor de los Milagros: radiografía de la contradicción y de las estructuras públicas e íntimas de una urbe que acoge la intolerancia, la inseguridad, el clasismo y la insensibilidad.

La onda expansiva de aquella lectura atropella a quienes descubren la voz del autor, en palabras de su antiguo compañero del grupo Narración, Miguel Gutiérrez, una voz que fascina, irrita, asquea y perturba. La de Reynoso es una mirada que parte de las vivencias de un escritor de clase media, por propia confesión, comprometido con la formación de lectores de los estratos más olvidados del país.

Para esta entrevista, Oswaldo esperaba en su pequeño departamento de Parque Alberti en Jesús María. A esa hora de sol inquieto e indeciso, el recinto olía a durazno sobre el frutero de un imaginario bodegón dispuesto en su mesa proletaria. “El milagro de octubre es que mi novela sigue gozando de estupenda salud, ha vendido miles de ejemplares en las distintas ediciones en que se ha publicado y es lo que considero un ‘best seller’ clandestino”, refiere sonriente.

— ¿Qué recuerda de aquellos primeros días de "En octubre no hay milagros"?
El libro apareció en la imprenta Labor que dirigía José Carlos Mariátegui, hijo del Amauta. No se tiene registrado el número de ejemplares impresos. La portada la realizó el artista Jesús Ruiz Durand. Se incluyó un poema de Alejandro Romualdo, "Color de rosa", a pedido mío. Vivía con mi madre, y los paquetes con los libros, que yo había financiado, llenaban los espacios de la casa. Mi hermano y yo íbamos a dejar ejemplares en las librerías, nos daban el 20% por libro vendido. Un establecimiento de jirón Moquegua que comercializaba útiles escolares y papelería, cuyo dueño era un tal Navarrete, los vendía muy bien. También el puesto de revistas y publicaciones del señor Jáuregui (padre de Eloy), frente a la casona de San Marcos en el Parque Universitario.

— El libro fue duramente criticado.
Lo tildaron de "páginas hediondas" que debían "arrojarse a la basura". Dijeron que en él convertía el sexo "en obsesión y en delirante manía". Por último, se dijo "que el tema de la procesión seguía esperando a su novelista". Hasta el momento, ¿seguimos esperando? Por otro lado, el ex miembro del Partido Comunista, y luego felón derechista, Eudocio Ravines, en su programa televisivo, donde solo profería insultos, dijo que mi libro era repugnante. Lejos de amilanarme, reforcé la idea de que nadie iba a desembarcarme de mis dos objetivos: el magisterio y la creación. Pese a todos los obstáculos, me convertí en un escritor de la resistencia.

— Partió de la procesión.
En realidad partí de la impresión que me dejó Lima. Yo venía de Arequipa, ciudad mucho más pacata que esta. Además de las fiestas alrededor del Señor de los Milagros que vivía en callejones y calles con amigos, iba a billares y bares, me nutría del habla callejera de la época. De ahí fueron naciendo varios de mis libros. Descubrí un nuevo estilo de vida. En ese entonces ya era ateo después de haber querido ingresar a un convento. Quise escribir sobre el choque emocional sobre el tumulto: una familia pobre que tiene que abandonar la quinta donde vive. Sebastián Salazar Bondy me dijo que escriba la contraparte: la vida del dueño de la quinta, el retrato de la clase alta. Por haber escrito sobre la plutocracia limeña fui criticado. Eleodoro Vargas Vicuña acertó cuando dijo que aquella era una representación, un retrato de cómo desde el imaginario de las clases populares se veía esa realidad.

— El tema de la sexualidad está presente.
La homosexualidad y el sexo en general no aparecía en la narrativa peruana desde "Duque" de Diez Canseco. Siempre dije que no se leyó bien el trasfondo en el libro. El asunto es el poder. Manuel tiene el poder del dinero para disponer de un joven de La Victoria para el sexo. La del profesor con Miguel es una relación de amor, no de poder. De otro lado, en el libro que estoy preparando escribo para esos chicos que tienen miedo de amar, les digo que no están solos y que algún día encontrarán un corazón a la altura de su inocencia.

— Me comentó que Martín Adán leyó algunos de sus libros.
Iba a presentar "Los inocentes" en el bar Palermo con José María Arguedas y el poeta estaba sentado al fondo. Le di un ejemplar. Días después, me dijo que estaba asustado, no por mi libro, sino por mí. "Un escritor como usted va a sufrir mucho en el Perú", me dijo.

MÁS INFORMACIÓN
Los días 22 y 23 de octubre se llevará a cabo el coloquio internacional "En octubre no hay milagros. 50 años después", en la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima). El evento es organizado por el Instituto de Investigaciones Humanísticas de la Facultad de Letras de la Universidad San Marcos y contará con la presencia de especialistas de Brasil, Estados Unidos y Perú. Las puertas de las jornadas se abren a las 3:30 p.m. hasta las 8 p.m. ambos días.

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