

Desde temprano, el malecón de San Miguel se llenó de ansiedad. Había camisetas, pancartas y fanáticos que, entre risas y bostezos de cansancio, repasaban letras de memoria. Algunos llegaron con las primeras luces del día; otros viajaron desde ciudades lejanas solo para verlo. No era un concierto más: era el debut de Milo J en el Perú, y nadie quería perderse la primera vez.
Cuando las luces se apagaron y el estruendo de los parlantes sacudió Costa 21, Lima explotó. Un rugido colectivo anunció lo que venía. Entonces apareció él: buzo oversize, mirada concentrada, el aplomo de alguien que parece haber nacido para esto. “Rara Vez” abrió la noche y la multitud se rindió de inmediato.

“Gracias, Lima. Es una locura estar acá”, dijo con una media sonrisa, mientras el viento del Pacífico agitaba su ropa. Como si fuera arrastrado por el aire, sujetó el micrófono y empezó. Frente a él, miles de voces cantaban cada palabra como si fuera propia.
La lista de temas fue una bomba tras otra. “Fruto”, “Milagrosa” y, por supuesto, “Dispara”, esa que convirtió el recinto en un cielo de pantallas encendidas. No había espectáculo de luces que compitiera con ese mar de celulares brillando en la oscuridad. La conexión era total: en cada coro, en cada verso que sonaba a confesión compartida.

A medida que avanzaba el concierto, el beat de “Tus Vueltas” hizo temblar el suelo. La gente saltaba al unísono y Milo J se reía, sorprendido. “Ustedes están re locos”, soltó, casi incrédulo ante la energía desbordada.

Luego vino el momento del nudo en la garganta. Con “Ma Qui”, la euforia cedió paso al sentimiento. Los gritos bajaron, las voces se quebraron y más de uno se quedó quieto, con la mirada perdida en el escenario. Un instante de calma antes del golpe final, “Al borde del abismo” cerró la noche con la promesa de un regreso.

El paso del pibe de 18 años por Lima fue breve, pero dejó claro desde el primer acorde que no era solo un show, sino un huracán de emociones. Con su voz contó una historia que todos acompañaron de principio a fin, dejando una primera huella en una ciudad que lo esperará con los brazos abiertos. No solo por la promesa de su regreso, sino por una trayectoria que recién empieza.
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