Mario Saldaña

Entre los varios récords que han roto tanto el gobierno que se instauró en julio del 2021 como el que lo sucedió en diciembre del 2022, está el de los autogoles políticos de media cancha.

En el caso de el golpe de Estado del 7 de diciembre del 2022 debe calificar como una anotación en arco propio para enmarcarla en pan de oro. Por lo torpe, improvisada y mal calculada.

Es decir, si Betssy Chávez y Aníbal Torres se esforzaban un poquito más, respiraban hasta 20 y sus respectivos cerebros recibían un tanto más de oxígeno, cabe la posibilidad de que su exjefe hoy no estuviera preso, la exministra tampoco y don Aníbal, con un poco de suerte, podría estar disputándole adhesiones electorales a Antauro Humala. Quién sabe.

Sin embargo, doña (en mi humilde opinión) es una fuerte candidata para ganar la competencia. Porque, mientras no se resistía a la debilidad de recibir un Rolex, joyas y vestidos regalados por su ‘wayki’ Wilfredo Oscorima (un autogol, digamos, promedio), alguien (que supuestamente la quiere, pero en realidad no tanto) la debe haber animado al retoque de su nariz en formato más estilizado.

Este último autogol, casi olímpico, quedará para la historia porque parte de tres premisas que solo se pueden admitir en una persona que considera el cargo que ostenta casi como el ticket ganador de la lotería. En realidad, es producto de la gran autoanotación de Castillo que menciono más arriba.

A saber: que su condición de presidenta de la República, a nivel de vida privada, es la misma que la de cualquier peruano de a pie; que sus decisiones personales no están reguladas por la ley y la Constitución. Y, lo peor de todo, muestra tal nivel de desconexión de la realidad, que considera que sus actos y los efectos de estos no serán ni de interés ni del conocimiento de quienes la rodean ni de la opinión pública.

Si bien la rinosplastía de la presidenta termina siendo una anécdota en sí misma y el debate constitucional sobre si hubo o no vacío de poder, o si debió solicitar o no permiso al Congreso de la República, entran al terreno de lo debatible, es el criterio elemental de transparencia (o de falta de) lo que hoy convierte algo intrascendete en un nuevo problema político para el Gobierno.

Acaso, más que una operación estética, lo que Dina Boluarte requería era pulir su olfato y criterio político, como es evidente.




*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mario Saldaña C. es Periodista

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