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El futuro de la arquitectura está en nuestras raíces
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El futuro de la arquitectura está en nuestras raíces

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Hace unos meses, con apoyo de la universidad, viajé a Venecia para participar en la Bienal de Arquitectura, una experiencia que superó todas mis expectativas. Recorrer los pabellones y descubrir miradas distintas sobre la arquitectura fue muy enriquecedor. Cada espacio me ayudó a repensar lo que significa proyectar, construir y habitar.

Este año, el tema de la bienal fue “Intelligens. Natural. Artificial. Collective”, bajo la curaduría de Carlo Ratti. Pensé que lo “artificial” dominaría el debate, pero la mayoría de países se inclinó hacia lo natural y orgánico: hacia el conocimiento colectivo ancestral, lo tangible y humano. Aunque lo tecnológico estuvo presente, fue casi siempre como una herramienta.

Existe una necesidad urgente de reconectar con lo real, con nuestras raíces y lo que somos como sociedad.

El pabellón peruano Andamio Vivo encajó de manera muy potente. La propuesta –curada por Álex Hudtwalcker, Sebastián Cillóniz, Gianfranco Morales y José Ignacio Beteta– rescata las técnicas ancestrales de los uros y los aimaras en el lago Titicaca: el uso de la totora y las lógicas de construcción colectiva, flotante y regenerativa.

Andamio Vivo es una hermosa exposición que invita al visitante a entrar debajo de la estructura, observar cómo funcionan los andamiajes y experimentar una arquitectura íntima sostenida en el conocimiento colectivo.

Además, el pabellón dialogó con el tema central de la bienal: combinó lo natural (la totora, las islas flotantes), lo colectivo (comunidades y saberes) y lo artificial (tecnología de organización, diseño estructural y montaje).

Como arquitectos, quizá lo “artificial” no es lo que debemos exaltar en la actualidad, sino el verdadero poder creativo de nuestra herencia: aquello que nos conecta con el paisaje y la comunidad.

La 19ª Bienal de Venecia me enseñó que, para el Perú, el camino está en mirar hacia sus raíces y valorar las técnicas tradicionales, no como si fueran parte de nuestro pasado, sino como base para construir un futuro más sostenible y conectado.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Romina Málaga es estudiante de Arquitectura en la Universidad de Lima

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