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El segundo aire del ajuste argentino
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La consulta popular celebrada este domingo en Argentina era casi un asunto de vida o muerte para las reformas planteadas por el presidente Javier Milei desde que accedió al poder. Como se sabe, se renovaba en los comicios de hace dos días una mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado, y de la nueva distribución de curules que emanara de las ánforas dependía que el gobierno pudiera trabajar de ahora en adelante con un Congreso que, a través de la negociación, lo acompañase en el desmantelamiento de la estructura clientelista y demagógica que el kirchnerismo instaló en el Estado a lo largo de las dos últimas décadas.
Concretamente, La Libertad Avanza y sus aliados necesitaban aumentar su presencia en el Legislativo a más de un tercio del total para acabar con los vetos que de un tiempo a esta parte han frenado los afanes renovadores de la actual administración. Milei ha reducido significativamente la burocracia y los subsidios en Argentina, y ha llevado adelante en general un ajuste económico cuyos resultados benéficos son visibles en el descenso del déficit fiscal y la inflación, pero que, como todo ajuste, ha supuesto sacrificios y pérdidas de privilegios para vastos sectores de la población. Existía en esa medida la duda de si una mayoría del electorado estaba todavía dispuesta a sostener el espíritu con el que votó dos años atrás. Y los resultados de las recientes elecciones para legisladores provinciales de la provincia de Buenos Aires, en las que el oficialismo quedó más de 13 puntos porcentuales detrás del peronismo, hacían temer un desenlace adverso.
Felizmente, sin embargo, el esfuerzo del mandatario porteño por ordenar la casa en lo económico recibió un segundo aire de parte de la ciudadanía. La Libertad Avanza cosechó más de un 40% de respaldo en las urnas y hasta podría haber obtenido un ajustado triunfo en la mismísima provincia de Buenos Aires, en la que hace apenas unas semanas encajó la derrota antes mencionada. Un principio de racionalidad parecería haberse impuesto en un país habituado a volver cíclicamente al populismo que lo dominó desde la primera llegada de Juan Domingo Perón a la presidencia, allá por 1946. Lo ocurrido, además, va más allá de las fronteras de la tierra del tango, pues confirma los aires de cambio que ya sugirieron los resultados del último proceso electoral en Bolivia. Es en general en la región que la libertad avanza y la demagogia retrocede.

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