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Sakura Maru, la experiencia gastronómica en Nagoya que convierte una cena en un relato de dos mundos que se cruzan
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La experiencia Sakura Maru del restaurante Nagoya es un viaje como pocos. Se trata de un menú degustación que rinde homenaje a la profunda conexión entre la cocina japonesa y peruana. Esta propuesta es la más reciente novedad del restaurante nikkei que enarbola en sus creaciones la relación de ambas naciones.
El recorrido consta de 12 pasos, que combinan sabores y técnicas con la historia de dos culturas de gran riqueza culinaria. La propuesta rinde homenaje al legado de la migración japonesa en el Perú, fusionando tradición, memoria y sabor en cada preparación, acompañada de maridajes que complementan y realzan la experiencia. El nombre Sakura Maru hace referencia al barco que trajo a los primeros migrantes japoneses al Perú, y ese es el concepto que guía este viaje de sabores.
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Fernando Guerra, uno de los chefs del equipo encargado de preparar estos 12 platos, contó que al inicio fue un reto sacar cada plato a tiempo, ya que el trabajo era continuo para asegurar que el comensal disfrutara cada minuto de la experiencia. “Hemos estado enfocados en darle lo mejor al cliente. Hace años, los japoneses vinieron en barco debido a la crisis que vivía Japón. Así se unieron a la cultura peruana, y la comida se fusionó creando nuevos sabores”, explicó.
“Somos 12 chefs en el equipo. Este es solo el primer paso para seguir ofreciendo más propuestas. Más adelante llegarán nuevos menús. Esperamos que les guste la comida”, añadió.

Los 12 pasos
El primer plato es el Tamago Dofu, cuyo nombre proviene de las palabras japonesas “tamago” (huevo) y “dofu” (tofu). Se trata de una preparación suave y fresca que combina edamame y langostinos rojos con hilos de azúcar, todo bañado por una delicada salsa de pepino japonés (kyuri) con aceite de ajonjolí. Es una entrada ligera que anticipa la elegancia del resto del menú.

Luego llega el Shiro Kawa, un bocado crujiente que combina piel de salmón frita (kawa karaage), mousse de palta y tofu, tartar de pescado y un toque de salsa ponzu. La textura y el contraste de sabores hacen de este plato una explosión controlada, equilibrada entre lo graso, lo ácido y lo fresco.

Sigue Tierra y Mar, una propuesta que reúne dos bocados en homenaje a ambos mundos. Desde el mar, se presenta un canelón de alga nori relleno con tartar de langostino, kyuri y kawa karaage; mientras que desde la tierra llega una causa envuelta en palta, con tartar de pescado, salsa acevichada y emulsión de maracuyá con leche de tigre. Es uno de los platos más representativos de la fusión nikkei.


El cuarto paso es el Kuro Sake. “Kuro” significa oscuro, y “sake” hace referencia al salmón. Se trata de un tataki de salmón con un rebozado fino y crocante, acompañado por una intensa salsa negra a base de miso y ajo negro.

Luego aparece el Tora Hotate. “Tora” significa cítrico y “hotate” se refiere a las conchas de abanico, que son servidas en leche de tigre al ají amarillo, con aire cítrico, cushuro y perlas crocantes de tapioca.

A la mitad del recorrido llega el Salmón Inchicapi. Inspirado en los vocablos quechuas “inchik” (maní) y “api” (sopa), esta es una sopa cremosa de maní con salmón rebozado en panko, acompañada de aceite de sacha culantro y una salsa inchicapi al curry.

Luego viene el Yaki Andino, una porción de picaña Angus cocida al punto exacto y bañada en salsa yakiniku, una barbacoa japonesa. Acompañan espárragos y yuca confitada en mantequilla clarificada. Este plato trae al centro del menú la contundencia de la carne con el sabor intenso del fuego.

El octavo paso es el Kamo Ramen. Pato cocido a baja temperatura con ramen tonkotsu y brotes de bambú. El caldo es profundo y complejo, y el pato, suave y jugoso. Es un puente perfecto entre la cocina callejera japonesa y la técnica refinada del restaurante.

Después llega el Kaisen Loche, un arroz meloso con aderezo de ají y zapallo loche, cubierto con queso paria arequipeño, frejol de soya y langostino en una salsa spicy con mantequilla. Aquí lo cremoso, lo picante y lo marino conviven sin imponerse, logrando una armonía potente y sabrosa.

El paso siguiente es la Gallina Pachickay. Una pieza de gallina cocida a baja temperatura, acompañada de una salsa Pachickay hecha con ajo, kion y aceite de ajonjolí. Se sirve con hilos de chonta y un caldo clarificado con clara de huevo. Es una preparación que remite a caldos medicinales orientales, pero con alma peruana.

Ya en la parte dulce del recorrido, se sirve el Yume Amazónico. “Yume” significa “sueño”, y eso es lo que parece: una composición de mousse de copoazú, macambo, mucílago, base de chocolate, espuma de cacao, gel de frutos rojos y helado de kion con dulce de leche. Un viaje a la selva desde la dulzura más fina.

El cierre lo da el Kakigori, un postre tradicional japonés hecho con hielo raspado, matcha, gelatina de sanky, tapioca y láminas de naranja deshidratada. Refrescante, delicado y visualmente impactante, funciona como broche de oro para limpiar el paladar y quedarse con una última sensación de frescura.

La experiencia incluye también una selección de cócteles diseñados para acompañar cada paso. Entre ellos destacan el Copazen, preparado con pisco, crema de coco, jarabe y limón; el Flor de Tuna, que mezcla gin Hendrick’s, tuna y sake; y el Sanky Breeze, a base de vodka, vino blanco y jarabe. También se ofrecen bebidas como la Peruvian Acaí y el Dulce Panal.


El chef Fernando Guerra invita a los comensales a vivir esta experiencia, recordando que además del menú de degustación, el restaurante cuenta con platos a la carta.

Nagoya abre sus puertas de lunes a sábado desde el mediodía hasta las 11 de la noche, y los domingos hasta las seis de la tarde.
Nagoya se ubica en Av. Club Golf los Incas 154, Santiago de Surco.
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