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Ultraman Somos
Oscar García

Ser niño durante la dictadura militar o el segundo belaundismo equivalía a crecer arrullado al amparo de las series japonesas de fantasía. Estas eran aventuras futuristas llenas de robots gigantes y monstruos que se enfrascaban en extraños duelos corporales –mezcla de judo simple con tiernísimo cachascán–, sobre una Tokio de tecnopor que invariablemente pagaba los platos, luego de ser el escenario de tales estropicios.

Sin cable, Netflix o YouTube, con unos pocos canales de TV a su elección, los pequeños de entonces gastaban sus tardes de spleen poscolegio viendo al pelucón y dorado robot Goldar salvar al mundo de las huestes del villano Rodak, en Monstruos del espacio (estrenada en Japón en 1966). Favoritos de los niños de la época eran también los intrépidos pilotos Ayato y Ryu, quienes combatían al imperio Gavanas en la inmortal Sankuokai (1978), una serie que, valgan verdades, tenía un tufazo a Star Wars que los pequeños magnánimos de la época sabían perdonar.

El nombre en Japón para este tipo de narraciones fantásticas es tokusatsu, que quiere decir ‘de efectos especiales’. Allá es un género cinematográfico en toda regla y uno de los más exportados desde los años 50 tras el éxito de Godzilla (1954). Y los reyes indiscutibles del tokusatsu televisivo son los Ultras, una raza de alienígenas benignos que provenían de la nebulosa M78, a 300 años luz de distancia de la Tierra. Su primer representante conocido en pisar la tierra fue el recordado Ultraman.

La serie de 39 capítulos fue creada por Eiji Tsuburaya, una leyenda de los efectos especiales, admirado por Spielberg y Scorsese. En cada episodio se nos regalaba un combate señero entre el heroico personaje de 40 metros de altura y el monstruo espacial de turno, sobre el que llovían patadas, puñetes y llaves a discreción. Si hubiera que cantar una elegía tardía a alguien, sería a esos anónimos actores ‘de carácter’ que interpretaban a los monstruos. Semana a semana, los tipos aguantaban de todo; además del insoportable calor de los trajes en un set iluminado que provocaba desmayos, se sometían a sendas palizas y hasta a pequeñas explosiones en su cuerpo de látex y dunlopillo en nombre de la sana entretención infantil.

Lo del tokusatsu fue una explosión cuya estela no se ha desvanecido con los años. La saga de Godzilla sigue viva y coleando fuerte, 65 años después, y el próximo mes estrenará una nueva entrega hecha en Estados Unidos. Ultraman, una de las más series más longevas desde 1966, se sigue produciendo en Japón y este mes ha estrenado una versión en anime, realizada por Neftlix. Otro fenómeno tokusatsu como Kamen Rider (1971) y Super Sentai (1975) -esta última occidentalizada con el nombre de The Mighty Morphine Power Rangers, siguen conociendo nuevas temporadas 

Fanatismo en el Perú
Algunas crónicas antiguas recuerdan que la Ultraman original fue propalada en el Perú a fines de los años 60 por América Televisión. Algunos lo recuerdan; otros. no. Existen testimonios orales y escritos más completos de lo que fue la trasmisión de El regreso de Ultraman y del archipopular Ultrasiete, también de la raza de los Ultras, entre los años 1975 y 1976 en las antenas nacionales.

Marcos Romero, 48 años, de profesión contador, recuerda lo que eran esas tardes de diversión en las que la ciencia ficción japonesa les robaba atención y tiempo a las tareas. “Nosotros todos los días poníamos El regreso de Ultraman, que acá solo la conocíamos como Ultraman, a secas. No sabíamos que se trataba de la tercera saga de la serie, y luego, ya a la hora del lonche, cambiábamos para ver Ultrasiete, que era la que más nos gustaba. Como decía el slogan, lo daban ‘a las siete, en el siete’”.

Romero es miembro del Club Ultrasiete Perú, que agrupa a señores de las cuatro décadas y un poquito más jóvenes, quienes se juntan una vez al mes en una casa de San Isidro para volver a ver capítulos de la serie y también para exhibir las nuevas adiciones a su colección de figuras de acción. Recientemente, han incursionado en el cosplay, como es el caso de Purple Ibarra, un miembro del club que ha invertido más de 500 soles de su bolsillo en la elaboración de un traje que está hecho a imagen y semejanza de su ídolo, Ultrasiete. A Alberto Orellana, el presidente del club, también le gusta vestirse como un miembro del Escuadrón Ultra, los humanos que acompañaban y hasta salvaban al héroe.

Otro club local de fans es Tokusen, que agrupa a los aficionados al tokusatsu en general. Son más jóvenes que los miembros del Club Ultrasiete Perú porque entraron a este mundo por las series Liveman, Jiban y la americana Los Power Rangers, que se estrenaron en el Perú de los años 90 en adelante. “Las series tokusatsu originales eran metafóricas y representaban el miedo nuclear de Japón tras la Segunda Guerra Mundial. Por eso se recreaban en la destrucción de edificios”, anota César Zevallos (29), de Tokusen.

La gente de ambos clubes está emocionada por el próximo arribo de ‘Bin’ Furuya, quien encarnó al primer Ultraman. Será una de las principales atracciones del Día del Cómic Festival [ver recuadro]. Uno de los más animados es Miguel Giudice (36), de Tokusen, quien alista para ese día un traje de Ultraman que es creación heroica de manos peruanas. Tener el honor de ponerse el traje de Ultraman y saludar a ‘Bin’ Furuya será para él como el más difícil de los exámenes finales. Hay que prepararse bien para poder dar la talla. //

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