Brasil, uno de los países más asolados por la pandemia de coronavirus, se ha convertido en un campo de pruebas de vacunas contra la COVID-19.
El país sudamericano, donde ha habido más de 3,5 millones de casos de la enfermedad, es considerado por los científicos que investigan vacunas como una “oportunidad de oro”.
Allí se están probando dos de las vacunas más promisorias y avanzadas contra la infección: la de la Universidad de Oxford con la farmacéutica AstraZeneca y la de la empresa china Sinovac.
Y otras dos, de las farmacéuticas estadounidenses Johnson & Johnson y Pfizer, acaban de recibir aprobación de las autoridades para comenzar en el país sus ensayos clínicos.
Con esto las autoridades brasileñas esperan que sus ciudadanos puedan estar entre los primeros en ser inoculados contra la infección.
E incluso han planteado la posibilidad de producir estas vacunas internamente y exportarlas al resto de América Latina.
Pero ¿por qué Brasil es considerado un “laboratorio ideal” para llevar a cabo ensayos clínicos de vacunas?
El doctor Jon Andrus, experto en epidemiología e inmunización de la Universidad George Washington en Estados Unidos, quien fue subdirector de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), señala que las altas tasas de transmisión comunitaria del virus es uno de los principales criterios para poder probar una vacuna.
Pero tal como le explicó a BBC Mundo, hay otras razones por las que Brasil es considerado un escenario perfecto para la investigación de vacunas.
“Ciertamente se necesita una situación donde tienes suficiente prevalencia de una enfermedad para poder probar la eficacia de una vacuna y si ésta va a funcionar”.
“Pero pienso que en Brasil hay casi una tormenta perfecta para los ensayos porque además de la alta prevalencia, el país tiene una larga historia de excelencia en salud pública, con instituciones de investigación reconocidas a nivel mundial como Fiocruz (Fundación Oswaldo Cruz) en Río de Janeiro, que durante décadas han estado realizando investigación y ensayos”, afirma el experto.
En efecto, Fiocruz es la institución científica que está participando en la investigación y producción de la vacuna de Oxford y AstraZeneca.
Otra institución brasileña reconocida mundialmente, el Instituto Butantan, de Sao Paulo, está participando en la producción de la vacuna china de Sinovac.
Capacidad de producción
Pero también está la experiencia y fortaleza de Brasil en sus programas nacionales de inmunización y su larga tradición en la producción de vacunas.
La planta de Bio-Manguinhos, que pertenece a Friocruz, es uno de los centros de producción de vacunas más grandes de América Latina.
Allí se procesan millones de dosis de vacunas contra la fiebre amarilla, la tuberculosis y el sarampión, entre otras enfermedades.
Y el Instituto Butantan es actualmente el principal productor de vacunas contra la influenza o gripe del hemisferio sur, con una capacidad para producir 100 millones de dosis.
“Hay que destacar que Brasil ha tenido un enfoque estratégico para llegar a ser autosuficiente en la producción de vacunas”, le dice a BBC Mundo Cristiana Toscano.
La doctora es miembro del grupo de expertos asesores para vacunas contra la covid-19 de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“Desde hace tres décadas los varios gobiernos han reforzado e invertido en la capacidad nacional pública, así que casi todos los laboratorios de producción de vacunas son financiados con dinero público”, añade.
En efecto, la mayoría de las vacunas en Brasil, señala la experta, que también es profesora de la Universidad Federal de Goiás, se producen localmente o se intenta establecer mecanismos de transferencia de tecnología con las grandes compañías farmacéuticas.
Y esto es precisamente lo que ahora se está negociando con las vacunas de Oxford y Sinovac: transferir tecnología para producir ambas vacunas localmente.
Los acuerdos
Tanto la vacuna de AstraZeneca como la de Sinovac están llevando a cabo la fase 3 de sus ensayos clínicos.
Los ensayos de la primera se realizan con unos 5.000 voluntarios brasileños. En la segunda participan 9.000 voluntarios.
Como parte de los acuerdos preferenciales para las vacunas que se están probando en Brasil, el país inicialmente recibirá la materia prima para llevar a cabo las etapas finales de producción.
Ambos acuerdos incluyen transferencia de tecnología para que Brasil posteriormente pueda producir las vacunas desde el inicio.
En el acuerdo con Oxford-AstraZeneca el gobierno brasileño invertirá US$127 millones a cambio de tecnología y equipo para que Fiocruz pueda producir inicialmente 30 millones de dosis de la vacuna durante su fase de pruebas.
Si la vacuna demuestra ser efectiva, Brasil podrá producir otros 70 millones de dosis.
El acuerdo entre Sinovac y Butantan ofrecerá a los brasileños 120 millones de dosis de la vacuna.
Los funcionarios brasileños han indicado que esperan poder comenzar a vacunar a algunos de sus ciudadanos en el primer semestre de 2021.
Algunos expertos, sin embargo, han expresado dudas de que el país realmente esté en capacidad para producir dentro de seis meses la enorme cantidad de dosis de vacunas que necesitará para sus 212 millones de habitantes.
En años recientes la economía brasileña se ha contraído y las instituciones públicas del país han sufrido por la falta de financiamiento.
Y tal como le dijo a la agencia Reuters el exministro de Salud, José Gomes Temporao, la transferencia de tecnología toma tiempo, puede tardar entre cinco y 10 años, por lo que los laboratorios del país podrían no estar listos para iniciar en 2021 la producción de las vacunas.
“Es imposible”, declaró Gomes Temporao. “(La transferencia) toma mucho tiempo. Quizás podrán acelerarla un poco, pero no tanto”.
La doctora Cristiana Toscano cree, sin embargo, que Brasil sí está capacitado para recibir la tecnología y comenzar la producción de las vacunas.
“Todo depende de la tecnología de la que estamos hablando y de si el sitio tiene la capacidad”, le dice a BBC Mundo la experta de la OMS.
“Hay tecnologías nuevas que no han sido utilizadas y estoy de acuerdo en que transferirlas puede ser un proceso de hasta 10 años”.
“Pero Butantan, por ejemplo, realmente tiene experiencia en la producción de muchas vacunas inactivadas, como la de Sinovac. Tiene un laboratorio de seguridad que es capaz de hacer todo lo que se necesita para producir una vacuna inactivada”, agrega.
El desafío de la inmunización
Pero hay otro enorme desafío que Brasil tendrá que superar: cómo vacunar a sus millones de habitantes cuando sus programas de inmunización han sufrido retrocesos debido a las campañas de desinformación.
En 2019, por primera vez en 25 años, Brasil no logró cumplir los objetivos de vacunación de ninguna de las inoculaciones que suministraba de forma rutinaria.
Esta es una tendencia que ha ocurrido en todos los países de la región debido a las campañas antivacunas y a la creciente renuencia de la gente a ser inmunizada.
“Creo que el principal desafío será cómo mantener actualizado el programa de vacunación que ya estaba afectado aún antes de la pandemia de covid-19 y cómo incorporar ahora a ese programa una nueva vacuna”, afirma Cristiana Toscano.
“Serán desafíos logísticos y operacionales que requerirán movilización, entrenamiento, combatir la renuencia a la vacunación, además de toda la organización de distribución y administración de las 35.000 unidades de vacunación”, agrega la experta.
¿Demasiado optimismo?
Todo lo anterior, sin embargo, es bajo el supuesto de que realmente habrá una vacuna que será efectiva y segura.
Aún no se sabe si alguna de las que se están probando en Brasil, o en otras partes del mundo, mostrarán resultados positivos cuando finalicen los ensayos clínicos.
¿Qué ocurrirá entonces si fracasan las candidatas a las que Brasil está apostando?
El gobierno brasileño está intentando diversificar sus opciones y ha expresado interés en unirse a la iniciativa COVAX de la OMS, que intenta garantizar el acceso global rápido e igualitario a las vacunas contra la covid-19.
Los expertos coinciden en que, por ahora, cualquier apuesta a una vacuna es arriesgada mientras no se conozcan los resultados de los ensayos clínicos.
Y decir que una vacuna estará lista en 2021 podría ser una afirmación demasiado optimista.
“Es importante recordar que no debemos estar esperando una solución mágica”, expresa el exsubdirector de la OPS, Jon Andrus.
“Debemos ser humildes y recordar que no siempre hemos sido exitosos, que tenemos muchas enfermedades para las que no hemos podido encontrar una vacuna a pesar de estar trabajando durante décadas con ellas, como el VIH”, le dice a BBC Mundo.
“Por eso es tan importante que hagamos lo que podemos hacer ahora: todas las intervenciones de salud pública como mantener el distanciamiento social, usar mascarillas, realizar pruebas y rastreo de casos, y seguir las prácticas de higiene”, agrega.
Y la experta de la OMS está de acuerdo.
“La meta que estamos proponiendo (para tener una vacuna en el primer semestre de 2021) parece optimista, pero está condicionada a la aprobación de los ensayos clínicos si éstos muestran resultados positivos y a la aprobación de las autoridades reguladoras”, le dice Cristiana Toscano a BBC Mundo.
“Y mientras eso ocurre es necesario minimizar las expectativas y ser más realistas”, agrega la experta.
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