(Foto: El Comercio)
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Juan Carlos Fangacio

Al mejor estilo de la francesa Gallimard o la española Tusquets, la editorial Toribio Anyarín Injante lleva el nombre de su propio dueño y fundador. 

Coherencia para un proyecto personalizado de este emprendedor que a los 13 años escapó de un padrastro abusivo en el caserío Pueblo Nuevo, en Ica, para llegar al Callao a trabajar como vendedor de caramelos, primero, y luego como comercializador de revistas tan variadas como "Selecciones", "Tarzán" o "La pequeña Lulú".

Ahí empezó a interesarse por ese tipo de lecturas baratas y al vuelo, hasta que decidió editar e imprimir sus propias publicaciones. Hoy, con 64 años, Anyarín se ha afianzado como editor de libros, revistas y manuales en un país que –dicen– no lee.

Él discrepa con esa percepción, aunque sí admite que la tecnología y los nuevos medios han mermado sus ventas. "Ya no chorrea como antes, pero igual gotea. Internet ha afectado, por supuesto. Yo, que viajo siempre en el Metropolitano, ya no veo a casi nadie leyendo libros. Todo el mundo está con el teléfono en la mano", cuenta.

MODELO EDITORIAL
Las publicaciones de la editorial Anyarín Injante son fácilmente reconocibles por diversas razones: para empezar por su perfil eminentemente utilitario. Allí están sus manuales de guitarra o inglés fácil, el de tejido a crochet –que fue el primero que editó–, los diccionarios de sinónimos y antónimos, y sus cuentos clásicos.

Nunca ha tenido problemas de derechos de autor, pues todo su catálogo está debidamente registrado en la Biblioteca Nacional e Indecopi, cuenta. "Además, usamos obras que son de dominio público y también trabajamos con profesores de academia y dibujantes a los que pagamos para que preparen las ediciones".

Destacan también sus revistas de entretenimiento, como el infalible diccionario de los apodos o el titulado "Los mejores chistes jamás contados". El famoso "Manual del pendejo" no es creación suya, aclara ante nuestra duda, sino de la editorial Chirre, de corte muy similar.

Otra característica inconfundible es su estética: una mescolanza de colores chillones, tipografía extravagante y efectos de Photoshop de la que se encarga su esposa, Norma Collantes, la otra cabeza de esta empresa familiar. "Ella es quien le da el toque del sabor, la vistosidad. A la gente le agradan los colores fuertes. Cuando hemos hecho diseños más limpios y elegantes, no han gustado", explica.

Por último, habría que señalar una cualidad peculiar de la editorial: los lectores no buscan a estos libros, sino que los libros buscan a sus lectores. La mayoría de ellos se ofrecen a un sol en puestos ambulantes o por vendedores de transporte público.

Y así, como jugando, uno termina por interesarse por el último reglamento de tránsito, la guía de cultura general o las mejores recetas de jugoterapia para prevenir el cáncer y vivir de forma saludable. El gancho es instantáneo.

CRUZAR FRONTERAS
Aunque no maneja cifras exactas, Anyarín calcula que imprime unos 40.000 ejemplares al año de sus títulos más vendidos. De los menos solicitados, estima que unos 20.000. Quienes le compran de forma masiva son comerciantes de provincia (menciona a Puno, Cusco, Piura, Trujillo y Chiclayo como las ciudades donde más se mueven sus publicaciones) y también desde Bolivia y Ecuador.

Son ellos quienes llegan hasta su local en la cuadra 4 del jirón Puno, en el Centro de Lima, para llevarse mercadería en grandes cantidades. Y aunque la labor de impresión la terceriza, espera que pronto sus hijos –los destinados a heredar el negocio– puedan comprar su propia imprenta y máquinas de corte y doblado, para de esa forma agilizar la elaboración.

Además de su trabajo en la editorial, Anyarín tiene un programa musical todos los domingos de 9 a.m. a 2 p.m. en radio Victoria. Un sueño que tenía desde la decepción que sufrió a los 25 años, cuando le hicieron grabar en vivo un saludo de cumpleaños para su abuela que nunca salió al aire.

Desde esa vez, iba cada mañana a las playas de Chorrillos a aprender locución de forma autodidacta: se ponía un lápiz debajo de la lengua, leía uno de sus manuales de oratoria, y le hablaba al mar. Tal vez en esa persistencia es que pueden rastrearse las razones de su éxito.

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