Miguel Grau aceptó ser candidato del Partido Civil en las elecciones de 1876 y fue elegido diputado titular por la provincia de Paita. A partir de ese momento, se conciliaron en él dos responsabilidades. Por un lado, las inherentes a su profesión de marino. Por el otro, su compromiso político con el Perú a través de la bancada del Partido Civil. Como se puede comprobar por los recuerdos de su fraterno amigo y correligionario Carlos Elías, diputado por Ica, Grau era un civilista plenamente identificado con el pensamiento de su amigo Manuel Pardo.
Fue muy grande la influencia política que ejercieron Grau y otros marinos dentro del marco constitucional en los regímenes de Manuel Pardo y Mariano Ignacio Prado, hasta el momento en el que estalló la guerra con Chile. Entonces, nuestros marinos dejaron de ser hombres de partido y trocaron el escaño parlamentario o el despacho ministerial para asumir un puesto de comando en los buques de la Armada a fin de seguir sirviendo al Perú, ofrendando la vida, tal y como lo exigía la defensa de la integridad territorial y el honor patrio.
En 1872, cuando ocurrió la rebelión de los hermanos Gutiérrez, Miguel Grau fue el líder indiscutible y prestigioso de nuestra oficialidad naval que, abrazando la causa de la ley, rechazó el golpe militar que pretendía escarnecer la voluntad popular que había ungido a Manuel Pardo como presidente de la República.
El manifiesto de nuestra Marina de Guerra del 23 de julio de 1872, promovido y redactado por Grau, contiene conceptos que han sido desde entonces faro refulgente en la trayectoria de las generaciones posteriores de nuestra Marina. Allí, por ejemplo, se dice que “ajenos a toda liga personal los marinos peruanos no reconocen otra regla de conducta que la emanada o dirigida al fiel cumplimiento de las instituciones patrias”. No solo en ese momento, sino en toda circunstancia, Grau preconizó el respeto irrestricto a la Constitución y las leyes.
En 1983, durante el segundo gobierno de Fernando Belaunde Terry, demócrata ejemplar, el senador y distinguido intelectual Luis Alberto Sánchez fue artífice e infatigable impulsor de la que a la postre sería una inolvidable sesión solemne del Congreso de la República en la que se colocó en la Cámara de Diputados la curul que utilizó Miguel Grau cuando fue parlamentario. En esa ceremonia, el doctor Sánchez pronunció las siguientes palabras: “En el fragor de las discusiones parlamentarias a veces ha hecho falta más que un árbitro vivo, un ejemplo más vivo aún que los vivos porque es eterno; y ahora tenemos de árbitro en nuestras tendencias, de control de nuestras expresiones, para no perdernos el respeto a nosotros mismos y para ser severos con nuestras acciones, tenemos la presencia de un asiento que no estará vacío nunca”. Efectivamente, como los dioses manes, allí está el alma de Grau, protegiéndonos y guiándonos. Años más tarde, en el 2008, el entonces presidente del Congreso, Luis Gonzales Posada, donó a la Marina de Guerra una réplica de la histórica curul para que el personal de nuestra Armada tenga presente a lo largo de su vida que nuestro héroe sin par fue, al mismo tiempo, marino y ciudadano, defendiendo en ambas condiciones el respeto a la Constitución.
En horas difíciles como las que vive nuestra patria actualmente, en la que los miembros del Congreso deben tomar decisiones trascendentales, la figura de Grau se nos ofrece a los peruanos no solo como un héroe “más grande que la muerte y el destino”, sino también como ejemplo insuperable de virtudes cívicas, y por ello, una vez más, rindo a su egregia memoria las banderas todas de mi honda admiración y respeto.