Iván Alonso

El presupuesto público de S/251.801 millones para el 2025 es el más alto de nuestra historia. De un año a otro, ha crecido 4,6%. La pregunta es si los ingresos fiscales van a crecer a la misma velocidad, por no decir a una mayor, porque hay un déficit por cerrar. Hasta octubre los ingresos corrientes habían subido 2,8% con respecto al mismo período del año anterior. Todo parece indicar que la regla fiscal, que limita el déficit del próximo año al 2,2% del Producto Bruto Interno (PBI), se volverá a incumplir.

Pero no es este gobierno el único que debería ser recordado por su indisciplina fiscal. Es, hasta cierto punto, un mito que hayamos construido una fortaleza macroeconómica sobre la base del equilibrio presupuestal; un personaje de leyenda, de esos cuya existencia se presume, pero no consta en los registros. No hemos repetido el desastre del primer gobierno aprista, que terminó con un déficit fiscal del 8% del PBI, pero en 28 de los 34 años transcurridos desde entonces hemos tenido déficits fiscales, déficits que en promedio han sido del 2,3% del PBI. Nunca hemos tenido superávits más de tres años seguidos.

Nos estamos refiriendo a lo que se conoce como el resultado económico del gobierno general. Ahí están incluidos los intereses de la deuda pública, que son mayormente una herencia (o, mejor dicho, una carga) que un gobierno recibe de sus antecesores. Para ser más objetivos, fijémonos, más bien, en el resultado primario o déficit primario: la diferencia entre los ingresos y los gastos, antes del pago de intereses.

En esos mismos 34 años hemos tenido 13 con déficits primarios. Lo más llamativo es que nueve de esos 13 ocurrieron en los últimos diez años. En otras palabras, desde el 2015 hemos estado perdiendo lentamente, casi sin darnos cuenta, la disciplina fiscal. Los gastos corrientes (remuneraciones, consultorías y subsidios, entre otros) comenzaron a crecer, alcanzando, como porcentaje del PBI, alturas nunca antes vistas durante y después de la pandemia, a la vez que los ingresos corrientes (impuestos, principalmente) caían más de dos puntos porcentuales. Con las exoneraciones tributarias que está aprobando el Congreso, podrían caer aún más.

El presupuesto aprobado para el año entrante representa alrededor del 21% del PBI, muy por encima de la media histórica y de lo que podemos recaudar con la estructura tributaria que tenemos. Si no modificamos lo uno o lo otro, los déficits van a continuar y la regla fiscal se va a parecer más a una escuadra.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Iván Alonso es economista

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