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Militante y empleado

Militante y empleado

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Esta semana estuve en un evento que reunió a líderes con líderes del sector empresarial y que gatilló una serie de conversaciones muy relevantes, de esas que uno no escucha a menudo por lo infrecuentes que son estos intercambios. No puedo revelar quiénes fueron los interlocutores por la confidencialidad del espacio, pero sí puedo decir que estaba representada una pluralidad de e industrias. Fue una oportunidad para que de ambos lados se hicieran ver, con candor y ánimo constructivo, sus respectivos puntos ciegos, sin dejar de visibilizar y valorar sus coincidencias.

Encontré valioso el diálogo que se generó en torno a la pregunta de si puede ser sostenible un país con altos grados de apatía política, donde militar en un partido es algo mal visto por la mayoría y un problema además para quienes quieren hacer carrera en el sector público o privado. Siendo el desprestigio de la política partidaria una realidad autoinfligida en muchos casos, el que la ciudadanía se sienta generalmente ahuyentada de la posibilidad de militar no es una solución a ese problema sino, más bien, una forma de profundizarlo.

En el sector privado, militar en un partido puede ser problemático si se trata de una agrupación ideológicamente distante de la que uno cree que respaldarían los directivos de la empresa en la que uno labora. Ello fuerza a muchas personas a esconder sus militancias o a descartarlas de plano. Pero ciertamente no hace que esas preferencias políticas desaparezcan o que sus titulares se sientan menos interpelados por una realidad que quieren cambiar. Ya decía Aristóteles que los seres humanos somos esencialmente animales políticos.

Uno de los gerentes presentes en la sesión contó cómo, pese a que las regulaciones de su casa matriz le impedían discutir públicamente sobre cuestiones políticas, había descubierto lo extraordinariamente nutritivo que era, para su propia formación ciudadana y como líder empresarial, el poder conversar horizontalmente sobre temas políticos con colaboradores a todo nivel y a escala nacional, para entender y empatizar haya o no discrepancia.

La militancia partidaria, cuando es el fruto de una convicción ideológica, puede mostrar la riqueza intelectual o el virtuosismo moral de una persona. Puede ser el resultado de haber rechazado esta la indolencia para buscar construir con otras un futuro mejor para su país. ¿No es acaso parecida la motivación que lleva a un grupo de personas a hacer empresa para satisfacer las necesidades de los demás?

Existe, por supuesto, un grupo grande de gente que se vincula con partidos políticos porque los ve como un conducto para conseguir empleo, por ejemplo, en el aparato estatal si dicho partido alcanza una cuota de poder. Pero hay una diferencia muy grande entre un partido-agencia-de-empleos y un partido-escuela. Si el segundo funciona como un semillero o una cantera de talento que invierte en la formación de sus cuadros para que lleguen a ser funcionarios competentes y comprometidos, ¿no le estaría haciendo un servicio al país? Si un profesional capacitado quiere hacer carrera meritocráticamente en el servicio público, ¿debería penalizarlo el que milite en un partido político? A todos se nos exige que seamos rigurosos en nuestro trabajo independientemente de cualquier preferencia. No es distinto para los buenos funcionarios que día a día enfrentan sus responsabilidades con rigor sin perjuicio de sus militancias, como bien destacó una de las lideresas políticas que asistió a la sesión.

Aun cuando tengamos críticas por demás justificadas al entorno partidario peruano, no deja de ser cierto que, si queremos que mejore la política, necesitamos ciudadanos ejemplares militando en partidos políticos. Si el sistema naturalmente los expulsa del sector privado o incluso del sector público, simplemente van a tirar la toalla. Y los perjudicados vamos a ser todos.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Augusto Townsend Klinge es fundador de Comité y cofundador de Recambio

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