

Si eres mujer, probablemente llevas años recibiendo un manual no solicitado sobre cómo deberías comer. Desde “no comas fruta de noche porque engorda” hasta “prueba esta nueva dieta que hará magia en 7 días”. Se nos ha hecho creer, desde muy chicas, que comer es algo que hay que controlar minuciosamente, restringir y, de ser posible, reemplazar con un batido de 120 calorías. La industria de las dietas ha sabido cómo vendernos miedo envuelto en productos light, détox y promesas falsas, y en el camino lucrar con nuestras inseguridades. Pero hoy quiero que nos hagamos una pregunta importante: ¿estamos comiendo para nutrirnos o para encajar en un estándar absurdo?
Desde niñas nos bombardean con mensajes de que la comida es el enemigo: “nada de harinas para bajar de peso”, “ese postre es un antojo emocional”, e incluso hasta nos han querido vender pseudosoluciones disfrazadas de “prueba este té que quema grasa mientras duermes”.
TE PUEDE INTERESAR: La fibra en tiempos de procesados: un héroe olvidadoTodo esto porque la cultura de la dieta nos ha enseñado que el éxito está ligado a una forma de cuerpo delgado, y que la única forma de conseguirlo es con restricciones extremas, jugos verdes y productos sin gluten, aunque no tengas intolerancia. ¿El problema? En el camino no solo acumulamos frustración, sino también déficits nutricionales que luego se traducen en fatiga crónica, caída del cabello, problemas digestivos, alteraciones en el ciclo menstrual, un metabolismo que termina totalmente desequilibrado y hasta trastornos de la conducta alimentaria.
Pero comer no debería ser una lucha diaria ni una ecuación matemática, sino un acto de autocuidado y bienestar. La comida es el combustible que le damos a nuestro cuerpo, y nutrirlo adecuadamente es reapropiarnos de la nutrición desde la conexión con lo que nuestro cuerpo como mujer necesita. El verdadero empoderamiento empieza cuando decidimos comer para sentirnos bien, no para encajar en una talla. Y eso significa: comer suficiente y no vivir en déficit calórico permanente.

Entender que el cuerpo de la mujer cambia, que tenemos diferentes fases durante el ciclo menstrual, y que cada una de ellas implica también cambios en nuestros niveles de energía y estado de ánimo. Elegir alimentos que nutren el cuerpo y también el alma.

Dejar de satanizar los carbohidratos, las grasas o cualquier grupo alimenticio que en realidad es esencial para el buen funcionamiento de nuestro cuerpo. Y muy importante, recordar que la comida es placer, cultura y conexión, no solo calorías.
Una encuesta reciente publicada en el diario “El Clarín” de Argentina señala que un 97,1% de mujeres hicieron dieta alguna vez en su vida. A un 88,7% les dijeron en algún momento que tenían que adelgazar.
Este 8 de marzo, más que flores y mensajes inspiradores, regalémonos algo más valioso: el permiso de comer sin culpa y sin miedo. Porque la verdadera nutrición no se trata de dietas ni détox, sino de alimentar un cuerpo que merece respeto, energía y salud todos los días.
Aprendamos a escuchar nuestras necesidades, a disfrutar la comida sin remordimientos y a honrar nuestro bienestar sin obsesionarnos con tallas o números en la balanza. Porque cuidar de nosotras mismas empieza por romper con esos mitos que nos han limitado por años y elegir, con amor y conciencia, lo que realmente nos hace sentir bien. //
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