
La industria de los suplementos es básicamente el Hollywood de la nutrición: mucho brillo y efectos especiales, pero varias veces de dudosa credibilidad. Sí, vivimos en la era dorada de los suplementos. Basta con que ‘scrollees’ en redes o escuches una conversación: nunca falta el batido poderoso, la cápsula mágica o el polvo misterioso que te dará la piel de un bebé de 6 meses, hará que tu pelo crezca 20 cm al mes y hasta te dará superpoderes… (¡Qué hermoso sería si fuese así de fácil!). Pero, ¿realmente necesitas un arsenal de suplementos, o solo caíste en la trampa del márketing bien hecho?
A ver, claro que hay personas, escenarios y situaciones que ameritan la ingesta de suplementos para cubrir la dosis recomendada. En el caso de las mujeres embarazadas, personas con déficit comprobado de algunos nutrientes, deportistas con necesidades específicas o aquellos con determinadas condiciones clínicas, los suplementos son sus mejores aliados.
El resto de los mortales, sin embargo, probablemente solo estamos comprando la esperanza de sentirnos mejor en un frasco de cápsulas de 200 soles.
Y es que los suplementos tienen el rol de complementar, mas no de reemplazar una alimentación balanceada y variada, y aquí es donde el márketing ha entrado a hacerte creer lo contrario. No se trata de comer lo que sea y luego “arreglarlo” con pastillas o polvos. La verdad de la milanesa es que muchas veces sí podemos llegar a nuestro requerimiento a través de los alimentos, pero el problema está en que no sabemos cómo hacerlo. Optamos por cosas rápidas, fáciles y muchas veces ultraprocesadas, que no aportan los nutrientes que nuestro cuerpo necesita.

Para que tengas una idea: si hablamos de vitamina C, la puedes encontrar en los cítricos; de hecho, dos mandarinas cubren el 100% de tu requerimiento diario de esta vitamina. Así como lo hacen una taza de papaya o medio pimiento rojo en tu ensalada o tu rico cebiche con harto limón (¡aprovecha que es verano!). En el caso del magnesio —un mineral clave para la relajación muscular y el sueño—, puedes encontrarlo en un puñado de almendras, en hojas verdes como la espinaca o la acelga (mejor si están salteadas), o en semillas de calabaza.

Y si hablamos de antioxidantes como el selenio (un mineral que además es clave para la función de la tiroides) y la vitamina E, dos nueces de Brasil cubren tu requerimiento diario de selenio, mientras que el aceite de oliva, las almendras, las semillas de girasol y la palta (¡uffff!) son fuentes ricas de esta vitamina.

Puede ser que requieras de uno o quizás dos suplementos para complementar tu dieta diaria, por un período determinado. Pero si sientes que “necesitas” diez frascos en tu repisa para funcionar, tal vez el problema no sea la falta de suplementos, sino la ausencia de un enfoque real en tu nutrición.
Así que te recomiendo que antes de tomar cualquier cosa, revises qué tan balanceada está tu alimentación. Si no sabes cómo hacerlo, consulta con un profesional, como un nutricionista. Recuerda: la verdadera clave de la salud sigue estando en lo que comes, no en lo que compras en un frasco. //
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