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¿Edad mínima para las redes sociales?: un debate mundial que se acrecienta
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Los adolescentes de estos tiempos pasan en promedio cinco horas diarias en las redes sociales y muchos no pueden concebir transitar la vida sin un teléfono celular. Pero si de un lado están los jóvenes que crecen en un mundo que se hace más tecnológico mientras respiramos, del otro están los adultos que ven con angustia cada nuevo estudio que narra los efectos negativos de un uso descontrolado de las plataformas que expone a los menores al acoso, a los estereotipos e incluso a los discursos de odio o la violencia en general.
La preocupación por la relación entre los adolescentes y las redes sociales no es reciente, pero ha sido en los últimos años que varios países han anunciado propuestas y medidas para atender un problema que, señalan, se ha salido de control.
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Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) presentado en setiembre del 2024 señala que el uso problemático de redes sociales entre adolescentes, asociado con dificultades para controlar su uso y consecuencias negativas para ellos, pasó del 7% en el 2018 al 11% en el 2022. Un aumento que implica “un menor bienestar mental y social”.
En la Unión Europea, el debate se ha centrado en si se debe prohibir en el ámbito europeo las redes sociales a los menores de edad, algo que la Comisión Europea rechazó hace una semana, aunque reiteró que cada nación tiene vía libre para hacerlo en el ámbito nacional. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha defendido a capa y espada la urgencia de prohibir el acceso de los menores de 15 años a las redes sociales, a las que acusó de promover la violencia. España, Grecia, Dinamarca, Países Bajos, Eslovaquia y otras naciones apoyan esa idea, mientras que en Austria el Gobierno anunció esta semana que estudia introducir una identificación obligatoria para el acceso a redes sociales.

Si de acciones estrictas se trata, Australia va a la cabeza. El país oceánico se convirtió en noviembre pasado en el primero en prohibir el acceso de los menores de 16 años a las redes sociales. Aunque la ley entrará en vigor a fines de este año, Australia avanzó esta semana con un estudio que mostró la viabilidad tecnológica de la norma.
32,5 mlls. de dólares es la multa que deberán pagar las plataformas, como Facebook, Instagram o TikTok que permitan el acceso a menores de 16 años en Australia.
13% de los países cuenta con leyes para prohibir el uso de dispositivos en las instituciones educativas, mientras que el 14% tiene políticas para tal fin, señala la Unesco.
Sin receta única
Más allá de los matices, la constante en la preocupación por los adolescentes apunta a no ignorar las consecuencias negativas de las redes. ¿Acaso la prohibición es el camino? Los expertos en pedagogía y tecnologías de la información apuntan que no y apuestan, más bien, por regulaciones y un enfoque integral.
Néstor Martos, profesor e investigador de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima, está a favor de establecer ciertas regulaciones, pero planteadas con extremo cuidado para evitar que se traduzcan en censura o en una herramienta que pueda ser utilizada para otro fin. También advierte que no puede hacerse una regulación homogénea para todos.

“Cada país, cada región tiene sus propios contextos. Lo ideal es que se evalúe la realidad de cada lugar en el que se quiera aplicar la normativa y ser muy finos a la hora de redactar las regulaciones. También es vital involucrar a las empresas que están detrás de estas redes, involucrar a la sociedad civil y al Estado porque, de lo contrario, puede parecer una acción autoritaria y ese no es el camino”, dice a El Comercio.
En este escenario se hace más evidente la urgencia de discutir las políticas públicas necesarias, que aborden la situación desde varios frentes, como defiende Julio César Mateus, investigador de la Universidad de Lima y experto en educación y comunicación.
“Poner la responsabilidad al nivel del usuario es lo más fácil y lo menos práctico. Es cierto, los adolescentes utilizan el celular, pero si no estuvieran en el teléfono móvil, ¿a dónde podrían ir? ¿Cuántos espacios públicos hay para que los chicos desarrollen actividades deportivas? ¿Qué tipo de experiencias ‘offline’ les estamos proveyendo o existen en las comunidades en las que vivimos? Tenemos que hablar de políticas públicas que no solo prohíban, sino que también generen cosas, que formulen alternativas”, apunta.
En las aulas
En los últimos años también han aumentado las medidas para limitar o prohibir los celulares en las aulas. Hace unos meses, Francia anunció que reforzará la prohibición del uso de ‘smartphones’ en los colegios de secundaria almacenándolos en casilleros o bolsas selladas. El país galo afirma que la prohibición de teléfonos móviles –vigente por ley desde el 2018– ha ofrecido resultados positivos con los estudiantes más concentrados y un mejor ambiente en los centros de enseñanza.
En Portugal, Países Bajos y Reino Unido se debaten igualmente medidas similares, aunque menos estrictas. En Latinoamérica, Brasil ha puesto restricciones en colegios, mientras que en el Perú el Gobierno acaba de promulgar la Ley 32385, que restringe el uso de celulares en aulas de primaria y secundaria.
Los efectos de la exposición desmedida a las redes sociales y el celular están a la vista de todos. Queda ver con cuánto cuidado se enfrentan en cada realidad.
“Se debe pensar en la responsabilidad de las plataformas”
-¿Qué implica abordar la relación entre los adolescentes y las redes desde la prohibición?
Prohibir en ningún plano es favorable para el tema de las adolescencias porque es un momento de construcción de identidad. La psicología nos dice que prohibir genera un resultado inverso. Sin embargo, la prohibición tampoco es mala per se, en el sentido de generar regulación y reglas a nivel pedagógico. Es decir, corresponde a las instituciones y a los expertos pedagógicos actuar en esa línea dependiendo de cada contexto.
-¿Cómo deberían actuar los países?
Es complejo porque toda regulación mediática termina siendo una especie de censura previa y eso es peligroso. Sin embargo, es importante que se piense, sobre todo, en la responsabilidad de las plataformas, que no solo son conscientes de lo que hacen, sino que diseñan sus propias plataformas para que pasemos más tiempo en ellas.
-¿Qué piensa de las propuestas sobre este tema en el Perú?
Mi problema con lo que se propone en el Perú, en primer lugar, es que parte de una mirada totalmente descontextualizada. Nuestra situación no es la situación europea ni la australiana. Con los problemas de conectividad y de acceso a datos que tenemos en el Perú, parece hasta un poco ofensivo ponernos a hablar de si se deben prohibir las redes sociales.