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El funciona. Esto es lo que nos repetimos todos los días quienes estamos bastante por encima de la línea de la pobreza. Quienes vivimos en el privilegio de acceder a una vivienda digna, agua, saneamiento y un auto privado para movilizarnos por una caótica ciudad como Lima. Y, sin embargo, ¿podemos decir que realmente funciona un modelo cuando en el Perú 9,4 millones de personas viven en la pobreza, cuando solo uno de cada tres peruanos toma agua adecuadamente clorada y cuando el 43,7% de niños menores de 3 años sufre de anemia, solo por mencionar algunas cifras? Porque si realmente queremos cambiar el país, necesitamos saber qué es lo que sucede para poder involucrarnos en la solución. Es iluso creer que el país se va a arreglar solo o que los políticos tienen los incentivos necesarios para resolver nuestros problemas. No va a suceder.

Algo no está funcionando en el país, y no es solo la calidad de la gestión pública. Para que el Estado funcione mínimamente bien, el ejercicio de la política debe activar dos componentes fundamentales, que deben estar presentes en toda buena democracia. Primero: la demanda, esto es la participación de ciudadanos vigilantes que exijan rendición de cuentas sobre la calidad de servicios e infraestructura y que denuncien lo que no funciona. Y segundo: la oferta, que consiste en una burocracia competente y honesta que opere en función de políticas públicas pensadas en el mejor interés del país. En nuestro país ninguna de las dos funciona. Por un lado, los ciudadanos estamos totalmente desconectados de la política. Además, no esperamos nada del Estado, y por ello no le demandamos ni servicios de calidad ni proyectos de infraestructura bien diseñados y ejecutados en tiempos adecuados. En julio del 2025 existían 2.428 obras públicas paralizadas, con un valor aproximado de S/44.298 millones comprometidos. De esas, 369 pertenecen al Gobierno Nacional, por S/17.252 millones.

Y aquí los líderes empresariales son claves. Porque nadie tiene mayor poder en una sociedad que el sector privado. ¿Por qué? Porque es el que genera el crecimiento de la economía. El 80% de la inversión es privada. Pero, además, el Estado se financia principalmente con el pago de impuestos, canon y regalías del sector privado. Y nos hemos desentendido por completo de cómo gasta los recursos que les damos. Essalud, por ejemplo, se financia principalmente con los aportes de los empleadores. Según la Sunat, el 70% de esos aportes proviene del sector privado. Es decir, las empresas financian la mayor parte del sistema, pero no participan ni en su diseño ni en su evaluación, y esto repercute en el pésimo servicio que brinda.

La ya comenzó y la voz de los líderes empresariales debe ser escuchada. No solo sobre aquello que les interese y repercuta en un mayor crecimiento de sus empresas, sino principalmente en aquello que le interesa al ciudadano de a pie, aquel que no tiene voz y que por lo tanto no es escuchado por los políticos. Necesitamos mejorar la calidad de vida de los peruanos y lograr que recuperen su confianza en la democracia y en el futuro de nuestro país.

Pero los necesitamos también defendiendo las instituciones porque, como han explicado bien Acemoglu y Robinson, y antes de ellos Douglas North, las instituciones son la clave que explica la diferencia entre los países desarrollados y aquellos como el Perú que están en vías de desarrollo.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

María Cecilia Villegas es CEO de Capitalismo Consciente.

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