Alexander Huerta-Mercado

Una de las últimas fotos del lo mostraba sin la vestimenta habitual, abrigado y en silla de ruedas amparado por oxígeno. Quisiera pensar que ese fue uno de sus últimos mensajes que como su inspirador, Francisco de Asís, daba con el ejemplo. Somos frágiles y debemos querernos, nuestra propia humanidad implica un desafío y un triunfo.

Nos hizo bien que Francisco fuera Papa, un latinoamericano cálido que sin buscar una revolución radical en la Iglesia la hizo más cercana incluso para los no creyentes y para aquellos que sufrían por los discursos conservadores e intolerantes. Tenía la capacidad de escuchar, cosa rara en estos tiempos, y de rectificarse, cosa aún más extraña.

La capacidad de escuchar y poder entonces entender hizo que asociara el cuidado del medio ambiente con el destino concreto de la humanidad. Escribió la encíclica “Laudato Si” en busca de una ecología integral que articulara el cuidado del ambiente con una economía responsable y humana frente a la exclusión y la pobreza.

El rector de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Julio del Valle, inspirado por la carta papal, ha buscado implementar un curso que uniera a todas las especialidades orientado al cuidado de la casa común que es nuestro planeta, una oportunidad de promover distintas visiones, con el objetivo de una economía responsable y humana como Francisco quería. La PUCP fue abrazada por la serenidad del papa Panchito, que entendió la educación como un espacio de brazos abiertos, de entender primero, para dialogar y corregir lo que debía ser corregido.

Vio el golpe de la pandemia como un momento en que el mundo no podía estar dividido y menos por razones religiosas. Invocó a una comunidad fraterna universal en la encíclica “Fratelli Tutti”, donde abogó por los derechos de los migrantes, denunció la mala distribución de la riqueza y dio un paso importante desde la Iglesia oficial para defender el derecho de las mujeres, citando: “La organización de las sociedades en todo el mundo todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones”.

Había mucha incomodidad de la población respecto a los abusos cometidos por miembros de la Iglesia Católica que parecían impunes y fue el papa Francisco quien tomó la labor valiente de escuchar a las víctimas y buscar justicia. Algo que en el Perú le estamos particularmente agradecidos.

Como católico y como profesor, puedo decir que la fe cristiana sufre un retroceso en los jóvenes que buscan resultados prácticos y rápidos. Hay una sospecha sobre la institucionalidad, un desgano frente al castigo vigilante y un rechazo a ver el sufrimiento como símbolo de salvación. No creo que la vocación del catolicismo sea buscar más fieles a sus filas sino de llevar a cabo la misión que Jesús predicó de servicio, de escucha y de compasión. Nuestro Papa argentino nos acercó a ese camino.

Quisiera terminar con una anécdota que tal vez escape del plano religioso. Una vez estaba lejísimos del Perú en un país donde no conocían dónde quedaba nuestra patria. Le pregunté entonces a un joven de allí qué figuras conocía de Latinoamérica y me contestó sin dudar: “Maradona, Messi y el papa Francisco”. Me quedé pensando, “estos argentinos campeones merecen su famosa autoestima”. En su autobiografía, el mismo Papa cita: “Siempre me gustó jugar al fútbol, daba igual que no fuera muy bueno. En Buenos Aires, a los que eran como yo los llamaban ‘pata dura’. Algo así como tener dos pies izquierdos”. Gracias, papa Panchito, por darnos tan lindo partido, por ser tan bravo en la cancha, por haberlo ganado para nosotros, gracias por ser nuestro campeón.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Alexander Huerta-Mercado es Antropólogo, PUCP

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