Carolina Trivelli

A fines de octubre del 2011 se creó el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis) con el mandato de implementar y articular acciones efectivas y de calidad para lograr que los ciudadanos contaran con rutas de desarrollo e inclusión. El desafío inicial del Midis era facilitar que los ciudadanos en situación de pobreza y exclusión accedieran a más y mejores servicios y oportunidades para ejercer plenamente sus derechos y prosperar, contribuyendo así al crecimiento y desarrollo del país. Incluir para crecer. Desde hace 12 años, el Midis viene enfrentando este desafío a través de la implementación de programas sociales focalizados, así como de la articulación de intervenciones de diferentes sectores, niveles de gobierno, y organizaciones del sector privado y la sociedad civil.

Desde sus inicios, el Midis se comprometió a rendir cuentas sobre la efectividad de sus acciones. Para ello identificó a la población en proceso de inclusión (PePI), un grupo compuesto por hogares que enfrentaba varias circunstancias estrechamente asociadas con la exclusión social. La meta era lograr que la PePI, que en ese entonces representaba a casi 5 millones de personas, muestre mejoras sustantivas, y a mayor velocidad, en un conjunto de indicadores sociales en comparación con el resto de grupos de la sociedad. Se trataba con ello de nivelar el piso para todos.

Con datos de la encuesta de hogares del 2010, el Midis calculó un conjunto de indicadores para la PePI y se fijaron metas para estos indicadores en términos absolutos, pero también para acortar las brechas entre este grupo y el peruano promedio. Por ejemplo, la pobreza extrema a escala nacional en el 2010 era 7,6%, y para la PePI era de 33,5%. La brecha del 2010 (26 puntos porcentuales) se redujo hasta 11 puntos porcentuales en el 2018. Pero, luego de ello, esta brecha se incrementó nuevamente, pasando de 11 a 18 puntos porcentuales entre el 2018 y 2022. En general, los indicadores seleccionados por el Midis mejoraron (desarrollo) y se dio una cierta reducción en las brechas (inclusión). Desafortunadamente, estas mejoras se estancaron o, incluso, debido a la pandemia y la actual crisis, retrocedieron y algunas brechas crecieron.

Dos ejemplos ilustran la situación: mejoras que se detienen, son insuficientes o retroceden, y brechas que crecen para los más vulnerables. Uno de ellos es el de la desnutrición crónica infantil que a escala nacional pasó del 24% en el 2010 a 12% en el 2020 y se estancó. Este mismo indicador para la PePI pasó de 50% a 35% entre el 2010 y 2020, pero a partir de ahí ha aumentado a 37% en el 2022. La distancia entre el promedio nacional y la PePI se redujo sostenidamente hasta el 2018, pero desde esa fecha se viene ampliando. El otro ejemplo es el porcentaje de peruanos que accede simultáneamente a agua, electricidad, saneamiento y telecomunicaciones. Si bien el promedio nacional pasó de 67% a 75% entre el 2013 y 2022 y la PePI de 20% a 44% (más que duplicó), hoy solo cuatro de cada 10 hogares de la PePI accede a este paquete integrado de servicios.

La pandemia y la crisis de estos últimos años ha hecho que los hogares más pobres enfrenten situaciones muy duras. Uno de cada tres hogares de la PePI no cuenta con recursos propios para cubrir ni siquiera la canasta alimentaria. Es clave que estos hogares reciban –como lo vienen haciendo– apoyo de programas sociales que les permitan enfrentar tan difícil situación (87% de los hogares en la PePI reciben algún programa social). Con los recursos adicionales que estos hogares reciben, como transferencias y donaciones, su nivel de pobreza extrema baja casi a la mitad, pero sigue siendo cuatro veces más alta que la pobreza extrema a nivel nacional.

El Midis sabe qué hacer para ayudar a mejorar las condiciones de desarrollo e inclusión social, pero requiere hacer más y para más grupos de nuestra sociedad. La situación del Perú en el 2023 es muy distinta a la del momento de creación del Midis en el 2011. Este ministerio necesita enfrentar la pregunta acerca de qué hacer para contener el empeoramiento de los indicadores sociales y el incremento de las brechas, sin abandonar, por supuesto, lo que ya viene haciendo. Esto probablemente requerirá redefinir la PePI, idear y probar nuevas intervenciones y replantear sus prioridades para atender las nuevas características de la pobreza, como la inseguridad alimentaria. Pero, sobre todo, en un contexto adverso como el actual, el Midis debe liderar y presionar al sector público (y privado) para garantizar una atención prioritaria a los problemas más severos que enfrentan las personas en situación de mayor pobreza.

En la coyuntura actual, el Midis y su misión son más importantes que nunca. Nuestro deber como ciudadanos es exigirle que cumpla su promesa de desarrollo e inclusión social. No es sencillo, pero es posible y, sobre todo, ineludible.

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