
Entramos al último año de gestión edil con el anuncio de un conjunto de obras viales controversiales que la Municipalidad Metropolitana de Lima insiste en ejecutar en los próximos meses. A finales del 2023, se tuvo la primera alerta sobre estos proyectos y las propuestas fueron duramente criticadas; sin embargo, en lugar de revisar su viabilidad urbanística conforme a los instrumentos de planificación vigentes, la comuna ha insistido en su concreción haciendo oídos sordos a los reclamos de los vecinos y a la opinión de diversos especialistas en infraestructura vial.
Paradójicamente, la actual administración inició su mandato con un ambicioso proyecto financiado por el Banco Mundial para modernizar la red semafórica y construir un centro de gestión del tránsito integral, diseñado para optimizar flujos, mejorar la seguridad vial y priorizar transporte público y modos no motorizados. A la fecha, los avances en dicho proyecto son marginales, pero se han priorizado una serie de pasos a desnivel (‘by-pass’) y vías elevadas cuya ineficiencia y afectación a su entorno han sido ampliamente demostradas.
Basta con revisar una de las nuevas intervenciones proyectadas –en el cruce de las avenidas Circunvalación del Golf y Los Frutales–, cuya necesidad se sustenta en la congestión que se genera luego de la bajada del ‘by-pass’ del óvalo Monitor. Como se advirtió cuando se construyó el mencionado ‘by-pass’, su ejecución ha incrementado la congestión en las intersecciones siguientes, debido a que estas estructuras tienden a inducir el uso del automóvil sin aliviar el tráfico en términos globales. El resultado es ilustrativo: se mantienen altos niveles de saturación en el entorno del óvalo, con la diferencia de que ahora existe una estructura de S/80 millones que entorpece soluciones más efectivas, integrales y eficientes. Todo indica que este mismo patrón se repetirá en los ‘by-pass’ que se pretenden construir en avenidas como la Javier Prado Oeste.
A los sólidos argumentos que cuestionan la viabilidad urbanística de estas obras, se suma que han sido pensadas exclusivamente para autos particulares. Este error hace que el recorrido del transporte público sea cada vez más lento y complejo, incentivando de manera indirecta el uso de sistemas informales e ilegales como los taxis colectivos. A todo esto se suma el hecho de que estos proyectos no han sido compatibilizados con proyectos de transporte público masivo como las líneas de metro, siendo que cada intervención vial no coordinada dificulta y encarece su futura construcción.
Particularmente, el problema de la Javier Prado, y de otras arterias como la avenida Santa Rosa en el Callao o la recientemente abierta vía expresa sur, no es principalmente la falta de viaductos o de puentes peatonales, sino la ausencia de un diseño vial integral y de una red semafórica inteligente, que ordene los flujos, priorice al transporte público y proteja a los peatones y ciclistas. La comparación con vías de ancho similar en otras ciudades de la región resulta inevitable. Por ejemplo, la avenida 9 de Julio en Buenos Aires (60 metros de ancho, sin considerar los parques lineales ni las vías auxiliares) se desarrolla íntegramente en superficie, articula una línea de metro en el subsuelo y un sistema de buses de alta capacidad en el eje central. Las distancias en calidad urbanística y espacial son abismales.
Lamentablemente, para la Municipalidad de Lima pareciera que existen ciudadanos de primera clase, para quienes se diseñan las obras, y otros que deben padecer las consecuencias de una ciudad pensada para los autos: cada vez más fragmentada, peligrosa y excluyente.
Es hora de que los vecinos de Lima y el Callao, así como los políticos que aspiran a gobernar la metrópoli y sus distritos, se sumen a quienes vienen levantando la voz frente a estas cuestionables decisiones. Se debe exigir una reorientación total de los proyectos, priorizando el diseño vial integral, la semaforización inteligente, el transporte público y la seguridad del peatón. La obsesión por inaugurar obras sin estudios técnicos completos ni una adecuada planificación debe detenerse ante la evidencia del daño que se le está causando a nuestra querida ciudad.

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