
Antonio Lumiére, acaudalado empresario fotográfico, volvió a casa con un Kinetoscopio Edison, adquirido en los exclusivos bulevares de París. Fascinado, su hijo Louis se dedicó a estudiar su mecanismo, y creyó que podía perfeccionarlo aplicando el sistema de rodamientos del telar mecánico de Joseph Jacquard, inventado 90 años antes.
Cruzando tecnologías creó el cinematógrafo, y al momento de registrarlo lo describió como “un aparato que sirve para la obtención y la visión de pruebas cronofotográficas”, como consta en la patente otorgada en la ciudad de Lyon, el 13 de febrero de 1895.
Apoyado por su hermano Auguste y beneficiado con las arcas paternas, semanas después de patentar su invento, el 22 de marzo, los Lumiere lo exhibieron en el salón de actos de la Sociedad Francesa de Protección a la Industria Nacional, en París. Más allá del asombro inicial y los aplausos, el presidente de la Academia de Ciencias no le vio mucho potencial al invento.
El 10 de junio se presentaron en el Palacio de la Bolsa de Lyon, y dos días después en un banquete durante el Congreso de Sociedades Fotográficas, pero más allá de discursos y aplausos, no hubo socios interesados. Sucedió lo mismo el 10 de noviembre, cuando se exhibieron las imágenes en movimiento ante la Asociación Belga de Fotografía, en Bruselas, y en la misma Universidad de la Sorbona, una semana después. El cinematógrafo generaba aplausos, pero no inversionistas.
—La función popular—
La primera función pública debió esperar hasta el 28 de diciembre, en el salón Indien, una sala de billar en el sótano del Grand café, ubicado en el 14 del Boulevard des Capucines. Fue recién allí, ante una audiencia mayoritariamente anónima, que se gestó el mito. La historia cuenta que a esa ‘avant premiere’ sólo 35 personas llegaron a pagar un franco por su entrada. El periodismo, invitado a esa primera y temblorosa proyección, estuvo ausente.

Pero la voz empezó a correr. El público salía de la sala oscura un tanto estupefacto, y muchos volvían acompañados. Colas empezaban a formarse. Si el primer día la taquilla fue solo de 33 francos, dos semanas después los hermanos Lumiere registraban dos mil quinientos francos al día, con programa que no se cambió en varios meses: “Salida de los obreros de los talleres Lumiere”, “Riña de bebés”, “Estanque de las Tullerías”, “Desfile de Regimiento”, “El herrador”, “La partida de cartas”, “Quema de yerbas”, “Construcciones de un muro”, “Vista de una playa” y “La llegada del tren a la estación”. 10 películas de unos 17 metros de longitud y de uno a tres minutos de duración. Cada media hora se daba una sesión; entre las diez y las once y media por la mañana; de dos a seis y media por la tarde, de ocho a once por la noche.
Al año siguiente abrían salas de cine por todas partes. En la Exposición Universal de París, en 1900, 25 mil personas al día asistían a las proyecciones de las películas de los Lumiére.
Curiosamente, se cuenta que los únicos que no tomaron en serio al cinematógrafo fueron sus propios inventores.
“Podrá ser explotado por algún tiempo como curiosidad científica. Tras eso, no tiene ningún porvenir comercial”, afirmaba Louis Lumiere, inventor genial y pésimo profeta. Cuando las películas los dos hermanos de Lyon empezaron a perder interés, la manija del cinematógrafo pasó en Francia a otros pioneros como León Gaumont, Charles Pathé o Georges Meliés. La supremacía en la producción cinematográfica pasaría luego a manos de italianos, alemanes y luego norteamericanos.
Hoy celebramos 130 años del registro de un invento que cambió radicalmente nuestra cultura. El éxito del cinematógrafo radicó en crear una nueva forma de entretenimiento masivo y global. Y con eso, las imágenes empezaron a cobrar mayor sentido y valor. Hasta desafiar a la propia palabra.
Curiosamente, se cuenta que los únicos que no tomaron en serio al cinematógrafo fueron sus propios inventores: “Podrá ser explotado por algún tiempo como curiosidad científica. Tras eso, no tiene ningún porvenir comercial”, afirmaba Louis Lumiere, inventor genial y pésimo profeta. Louis rehusó vender su invento, aún cuando le ofrecían 50 mil francos por él. El inventor solo quería vender las películas realizadas con su hermano, casi dos mil películas de poco más de un minuto de duración.
Cuando las películas los dos hermanos de Lyon empezaron a perder interés, la manija del cinematógrafo pasó en Francia a otros pioneros como León Gaumont, Charles Pathé (a quien cedieron sus derechos) o Georges Meliés, dibujante francés e ilusionista aficionado a quien después de mucha insistencia, le permitieron usar su “cámara tomavistas” para dar rienda suelta a su mágico imaginario. Pronto la supremacía en la producción cinematográfica estaría en manos de italianos, alemanes y luego norteamericanos, que terminaron imponiéndose gracias a la solidez financiera y comercial.
Hoy celebramos 130 años del registro de un invento que cambió radicalmente nuestra cultura. El cinematógrafo no fue solo un artilugio tecnológico para registrar y reproducir imágenes móviles: su éxito fue fundar el cine como espectáculo, entretenimiento masivo y global. Y con ello, los humanos quizás dimos otro paso en nuestro estadío como especie, de homo sapiens nos volvimos en el “homo videns”, como definió el investigador italiano Giovanni Sartori, que nos advirtió cómo a partir del siglo XX, y especialmente con la llegada de la televisión, las imágenes empezaron a cobrar mayor sentido y valor que la palabra escrita o hablada.
Y nos alertó del peligro: la idea de un nuevo ser humano que solo entiende lo que ve y para el que solo existe lo que mira.
Progresos tecnológicos en el cine
1902
El viaje a la luna (George Méliès)
George Méliès, director de la película, fue uno de los cineastas pioneros en utilizar técnicas como exposiciones múltiples, cámara rápida, disoluciones de imágenes y la película en colores.
1927
Metrópolis (Fritz Lang)
La técnica utilizada en esta película es la de las miniaturas que permitieron a los directores recrear escenarios a escala en sus películas.
1925
Acorazado Potemkin
Aqui hablaremos de la técnicad de edición cinematográfica que inauguró el cineasta ruso Sergei Einsestein.
1939
El mago de OZ (Víctor Fleming)
El matte paint es la constitución de varias imágenes en una misma escena, de forma que se consiguen composiciones que serían difíciles de filmar de otro modo.
1959
Con la muerte en los talones (Alfred Hitchock)
El uso de las retroproyecciones consiste en la proyección frame a frame sobre un cristal especial. Una escena mítica de esta técnica en la película es el avión que persigue a Cary Grant.
2001 Odisea en el espacio (Stanley Kubrick)
La fotografía de control de movimiento permite el uso de un prototipo tridimensional construido a escala. La técnica consiste en el movimiento de la cámara sobre la maqueta mientras que esta está fija, creando así una ilusión óptica.
1975
Tiburón (Steven Spielberg)
Está película marcó un hito en el uso de animatrónicos. Gracias a la edición y efectos sonoros, se consiguieron los resultados esperados.
1977
La guerra de las galaxias (George Lucas)
Destaca el uso de la rotoscopia, maquetas a escala y efectos sonoros.
1978
12. Superman (Richard Donner)
El zóptico utilizado en Superman permite la sincronización entre el zoom de la cámara y el frontal del proyector de manera que se da una variación de tamaños de la imagen en secuencias de vuelos.
1982
Tron (Steven Lisberger)
El primer filme en utilizar enteramente imágenes creadas por computadora.
1993
Parque Jurásico (Steven Spielberg)
A través de marionetistas, hombres disfrazados y animatronics se desarrolló esta película en el que, de 14 minutos con dinosaurios, solo 4 están producidos con el uso de CGI.
1995
Toy Story
El primer largometraje de Pixar fue la primera cinta animada completamente con efectos digitales en la historia del cine.
2009
Avatar (James Cameron)
Esta película supuso un avance en el mocap (captura de movimiento).